La salud espiritual en tiempos de pandemia es algo crucial que quiero compartir en torno a una pregunta inquietante que me hago:
¿Y de salud espiritual qué?
Hoy nos preocupan muchas cosas. Nos preocupa sobre todo la salud, no vernos infectados por el Covid 19, ni nuestros familiares. Además, la gente también está muy preocupada por la economía, por el paro, y por tantas cosas que nos afectan en estos tiempos.
Y yo me pregunto: ¿nos preocupa nuestra salud espiritual? ¿Nos acercamos más a Jesús? Por lo que yo veo las iglesias andan escasas de feligreses; no se han alcanzado los niveles de antes de la pandemia. Aunque menos, sí viene gente para rezar y recibir los Sacramentos.
En el Evangelio, los enfermos se acercaban a Jesús. Y a los que se acercaban a Él les pregunta: ¿Qué quieres? O, en plural, ¿qué queréis? Con esa pregunta interpela al ciego que grita: ¡Ten compasión de mí!.
- Maestro, ¿dónde vives?
- Maestro, que pueda ver
- Si quieres puedes limpiarme
También hoy Jesús se vuelve a nosotros y nos pregunta:
¿qué quieres que haga por ti?
La pregunta de Jesús no es retórica o teórica.
La respuesta a esa pregunta no se busca en los libros, hay que buscarla en el fondo del alma, en los lugares más secretos, allí donde ni nosotros mismos nos atrevemos a llegar, y menos aún a preguntarnos qué es lo que en esos sitios palpita, ya sea en forma de angustia, o de sueño, de duda o de una esperanza.
¿Qué queremos? Muchas veces no es fácil responder. Creo que no lo sabemos. Claro que Jesús conoce muy bien lo que hay en el fondo de nuestro corazón y quiere que también nosotros lo conozcamos.
No nos cuesta reconocer nuestras limitaciones y debilidades. Nos cuesta reconocer las cosas positivas, nuestros tesoros, porque nos comprometen.
Es más fácil ser mendigos que piden compasión sentado al borde del camino que un hombre de pie diciendo: ¡Señor, que vea!”
Es más fácil seguir a Jesús a distancia, que decir: Maestro, ¿dónde vives?”
La vida de aquel ciego que se atrevió a decir lo que quería, no volvió a ser la misma. La vida de aquellos discípulos de Juan el Bautista cambió para siempre.
En estos tiempos de pandemia, nuestra salud espiritual dependerá de la respuesta que seamos capaces dar a la pregunta ¿Qué queremos?
¿Sólo queremos que acabe esta pesadilla?
¿Para volver a ser ciegos que piden limosna en iglesias cada vez más desiertas o seguidores de Jesús a distancia, sin compromisos?
¿Servirá todo este dolor y estas muertes para que seamos capaces de decir: ¡quiero ver!?
Aquel ciego lo “acompañó por el camino” y los discípulos del Bautista “lo dejaron todo”.
¿Además de estar preocupados por nuestra salud física y psicológica estamos atentos a nuestra salud espiritual?
Para proteger nuestra salud física tomamos nuestras precauciones.
Para cuidar nuestra salud psíquica no hemos recibido mucha ayuda, y sería urgente que llegara pronto.
¿Y qué estamos haciendo por nuestra salud espiritual? Creo que no es suficiente que podamos ir a misa, confesar y comulgar.
Deberíamos superar una cierta espiritualidad rutinaria y avanzar hacia una búsqueda de Dios ardiente y apasionada.
Nuestra salud espiritual está relacionada con lo que hacemos con nuestra espiritualidad, con lo que hacemos con nuestras inquietudes más profundas y verdaderas, con aquello que san Agustín decía:
Nos has hecho, Señor, para ti y nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en ti.
Texto: Luciano García Medeiro
Gracias.