Mi deuda con los salesianos la contraje a los ocho años.
Mi primer encuentro con los Salesianos tuvo lugar en el año 1948, cuando mi madre nos llevó a mi hermano José María y a mí, al entonces Colegio Salesiano de San Matías, en Vigo, para iniciar nuestros estudios.
El Salesiano que nos recibió era Don Nazario Sánchez Martín, entonces director del Colegio.
Desde aquel momento, que recuerdo con total claridad, aunque solamente tenía ocho años, contraje una deuda impagable con la Congregación Salesiana.
Mi padre, funcionario del Estado por oposición, pertenecía al cuerpo de Técnicos de Señales Marítimas, o lo que es lo mismo Farero, en aquella época más conocidos como Torreros.
Profesión maravillosa, tantas veces novelada y llevada al cine, en la realidad muy dura y entonces mal pagada.
Después de años en distintos faros de la península y Baleares, estuvo destinado en Canarias, en el faro de Punta Cumplida, en la isla de La Palma, donde nacieron mis hermanos José María y Cristina.
Poco después fue destinado a la Isla de Ons.
Yo nací en Vigo, en casa de nuestra abuela materna.
A los tres meses nos trasladamos a Ons, con mi padre, y donde vivimos hasta el año 1948, en que todos volvimos a Vigo, cuando consiguió el destino del servicio de la ría de Vigo.
Aquí comienza el problema, que Don Nazario resolvió con las palabras que sigo recordando hoy.
Durante mucho tiempo, en nuestra casa hubo una conversación recurrente: cómo hacer frente al pago de los colegios de los tres hermanos.
El sueldo de mi padre, como ya dije era muy bajo y, por otra parte, no era lo mismo vivir en un faro, que en una ciudad donde había que pagar casa, luz, agua, etc. etc.
Cuando llegamos al colegio, mi madre le dijo al director, que ella quería que nosotros estudiásemos allí, pero no sabía si podría pagar nuestra escolarización.
El director escuchó amable y contestó con estas palabras:
No se preocupe, usted pagará lo que pueda en cada momento.
Nunca supe lo que ocurrió después. Si sé qué desde aquel día, no se habló más de algo que mis padres no sabían como resolver, y yo jamás podré pagar.
Mi deuda con los salesianos permanece porque yo tenía ocho años y la guardé en mi corazón.
Rafael Martínez Sidrach-Cardona
Maravilloso ejemplo de vida y gratitud.
No me cabe duda de que lo Salesiano, engancha, que la personalidad de Don Bosco es tan atractiva que te enamora, que te enlaza para toda la vida.
Recuerdo cuando crucé el patio de la mano de mi mamá que iba a solicitar mi entrada en el colegio.
Yo veía aquel patio tan pequeño, con niños correteando de un lado al otro, gritando, riendo, con una alegría desbordante y entre ellos, como niños un poco más grandes, unos jóvenes, con la sotana remangada en la cintura, sumergidos en aquel bullicio fantástico.
Cuando regresábamos, tirando de la mano de mi mamá le dije: «Mami, yo quiero venir a este colegio».
Y aún sigo aquí.