Carlo Gastini, este venerable señor de la gran barba, no puede ocultar en su mirada el niño que siempre fue.
Así se describe su encuentro con Don Bosco.
Una tarde de 1848 volvía Don Bosco al Oratorio y en una de las aceras de la calle vio a dos niños llorando: eran Carlo Gastini y su hermanita.
Los dos, huérfanos de padre, acababan de perder también a su mamá.
Al volver del entierro habían encontrado las puertas de su casa con un candado muy grande.
El dueño para cobrar las deudas de su madre en su última enfermedad, había embargado todo, dejando a los pequeños en la calle.
Don Bosco los tomó de la mano y los llevó consigo.
Carlo se quedó en el Oratorio y a la pequeña le buscó un sitio con las monjas.
Corrieron los años.
Aprendió el oficio de encuadernador de libros.
En 1856 se casó, y desde entonces, casi todos los días iba al Oratorio con gran alegría.
Una mañana alguien dijo a Carlo que Don Bosco estaba en la cárcel.
Se presentó en el Oratorio llorando y gritando como un chiquillo: «¿Dónde está Don Bosco?».
Don Bosco que acababa de celebrar misa salió de la capilla por los gritos de Carlo.
Al verlo, Carlo creyó que era una visión, pero al punto corrió a sus brazos deshecho en llanto y feliz de encontrar a su amigo.
Con motivo de una fiesta le llevó a Don Bosco un regalo.
Unos libros preciosos encuadernados con elegancia y con una dedicatoria aún más preciosa.
Para que después de haberte encuadernado tantos libros, quede también yo encuadernado contigo en el libro de la vida.
Un ejemplo de amistad para imitar la de Carlo con Don Bosco.
Que la Auxiliadora nos ayude a crecer en amistad.
Los corazones de plata.
El año 1849 hubo quienes tuvieron una feliz idea. Carlos Gastini y Félix Reviglio se pusieron de acuerdo secretamente.
Durante varios meses, ahorraron chucherías, guardaron celosamente sus pequeñas propinas y lograron comprarse dos corazones de plata.
Estaban preocupados por no saber dónde presentarle su regalo.
Querían además que los otros no descubrieran su secreto para que resultara algo inesperado por don Bosco.
Era ya la vigilia de la fiesta de San Juan.
“¿Cómo haremos?”, se preguntaban el uno al otro.
La habitación de don Bosco estaba al lado del dormitorio de los alumnos, porque él quería tenerlos siempre a la vista.
Cuando todos los compañeros dormían, Gastini y Reviglio fueron a llamar a la puerta de don Bosco, el cual, aunque era muy tarde, estaba todavía en pie.
Respondió que entrasen.
Pensad su maravilla y emoción al ver que le presentaban aquellos dos corazones de plata y oír las pocas y cordiales palabras de felicitación de aquéllos sus dos buenos hijos…
Por la mañana todos los compañeros se enteraron del original obsequio, con un poco de envidia-.
Propusieron que, para el año siguiente, habría de organizarse una fiesta bonita por todo el Oratorio.
El poeta de Valdocco
Carlo Gastini (Turín, 1833-1902) fue el segundo alumno interno de Don Bosco.
Con él creció como persona y se formó como profesional.
En 1870 fundó los Antiguos Alumnos de Don Bosco como agradecimiento por la educación recibida.
Fue también padre de familia, maestro, encuadernador, actor y poeta.
El arte y la literatura fueron una forma de compromiso.
Su historia es paralela al nacimiento de Italia como país, con Turín como capital industrial, y al desarrollo de la Congregación Salesiana.
Nosotros somos todos de Don Bosco
Carlo Gastini fue de los primeros alumnos que vivió en el Oratorio de Valdocco y uno de los más entusiastas, siempre cercano a Don Bosco.
Nunca dejó de amar el Oratorio, su casa, y a Don Bosco, su papá.
Según las crónicas, Carlo Gastini fue a quien se le ocurrió la fiesta a Don Bosco en el Oratorio:
Tú, Gastini, serás el juglar de los salesianos hasta los setenta años.
Gastini, solía repetir después en sus poesías:
Yo seré el juglar de los Salesianos hasta los setenta años, me lo dijo papá Juan.
Gastini, junto a los demás antiguos muchachos del oratorio, fue el impulsor del homenaje que dio origen a la tradición de la fiesta del exalumno.
El festejo consistía en declamaciones y cantos, testimonios y anécdotas en honor a Don Bosco, además de una comida o un brindis con un momento de oración.
Eso se hacía cada 24 de junio.
Era una fiesta para agradecer a Don Bosco lo que había hecho en sus vidas.
Gastini había dicho en una ocasión:
Nosotros somos todos de Don Bosco. Aquí no hay nada nuestro, todo es suyo
Desde aquel día hasta la actualidad perduró aquella iniciativa surgida del amor de esos muchachos a un sacerdote que había hecho lo indecible por ellos.
Carlo Gastini, ante la muerte de Don Bosco, dijo:
Los invito a todos a que vengan a dar una prueba de nuestro afecto y de nuestro agradecimiento .
Los recuerdos de Don Bosco son entrañables.
Los efectos de su amor a los jóvenes se percibe en sus testimonios.
Don Bosco engancha para siempre. Su presencia siempre es cercana y real.
Nos quedamos con Don Bosco, porque él se quedó en nosotros para siempre.
Carlo Gastini, Juglar de los salesianos hasta los setenta años, cumplió fielmente su destino, pues esos fueron los años de su vida.
Fuentes:
Memorias biográficas de Don Bosco.
Sergio Rodríguez López-Ros
Precioso testimonio