Cristianos de ayer y de hoy.
Probablemente, la mayoría de los lectores no haya oído hablar de Pedro Fernández de Quirós, un capitán hispano-portugués que exploró el Pacífico en el s. XVI y puso a Australia su nombre actual.
Creo que son dignas de mención las palabras que pronunció en aquella ocasión.
El 14 de mayo de 1606, el día de la fiesta de Pentecostés de ese año, Fernández de Quirós avistó tierra (probablemente no el propio continente, sino la isla de Vanuatu) y la llamó «Terra Australis Spiritus Sancti», es decir, la Tierra del Sur del Espíritu Santo.
Estas fueron sus palabras:
«Los cielos, la tierra, las aguas con todas sus criaturas y todos los que están aquí presentes son testigos de que yo, Capitán Pedro Fernández de Quirós, en el nombre de Jesucristo, izo el estandarte de la Santa Cruz sobre la que Jesucristo fue crucificado y donde Él dio su vida para el rescate y el remedio de la humanidad, en este día de Pentecostés, 14 de mayo de 1606, y tomo posesión de toda esta parte del Sur hasta el Polo en el nombre de Jesucristo, y desde ahora en adelante y para siempre será llamada la Tierra del Sur del Espíritu Santo, hasta el fin, para que el santo y sagrado Evangelio pueda ser predicado con celo y abiertamente a todos los nativos, en todas estas susodichas tierras.
No está nada mal, ¿verdad?
Tierra del Sur del Espíritu Santo…
Siempre me ha llamado la atención la ristra de nombres preciosos y llenos de religiosidad que los españoles fueron dejando por el mundo: Santa Cruz, Nuestra Señora de los Ángeles (la actual Los Ángeles), Corpus Christi, Socorro, Las Ánimas. Sacramento, San Francisco, Florida…
La tierra entera está llena de esos signos de fe de los españoles de antaño, incluso en zonas que sólo han conservado esos nombres de nuestra lengua.
Para mi es un inmenso placer pensar que cuando, en un lugar, se ha olvidado prácticamente todo de los españoles que pasaron por allí, aún permanecen esas oraciones que nuestros antepasados pusieron por nombre a sus ciudades.
Lo que recibisteis gratis, dadlo gratis.
¿Por qué, en cambio, tantos cristianos de hoy se avergüenzan de cualquier signo exterior que pueda identificarlos como cristianos?
¿Por qué hablan en el trabajo, con sus amigos y en familia de cualquier tema menos de Dios?
Hemos olvidado lo que Fernández de Quirós tenía tan claro: que el primer puesto en todo siempre le corresponde a Cristo, por encima de naciones, dinero, política, familia, trabajo o comodidades ¿Por qué?
¿Por qué a un español que llegara, por ejemplo, a Marte nunca se le ocurriría decir algo semejante a lo que proclamó en Australia este capitán?
Sería interesante y enriquecedor que si algún lector del artículo tiene respuesta a alguno de los interrogantes que se planta hacia el final del artículo, dejara su comentario en esta revista. PARA ENRIQUECIMIENTO DE TODOS.
Respondiendo a las preguntas: 1 El que haya cristianos que se avergüenzen de llevar signos externos, no puedo responder, porque solo puedo dar respuesta de mi. Y yo no llevo más signos externos que mi conducta, pues lo importante es seguir a Jesús con la vida, no con una cadena de oro en el cuello, con una gran cruz de oro y piedras preciosas. 2. En el trabajo, en mi trabajo cuando trabajaba, no se podía hablar más que de trabajo, pues ponerse de cháchara de otros temas no se considera precisamente conducta de buen trabajador, y por lo tanto de buen cristiano. Ser buen ciudadano, como pide don Bosco es cumplir con tu deber allí donde estés. 3.- Claro que el priemr puesto le corresponde a Cristo, y Cristo es el hermano necesitado. Más le hubiera valido a Quiros precocuparse de los indígenas, de su situación y necesidades, para ayudarles y no ir con afán de conquista, porque la conquista que nos propone Jesús es la del corazón, no la del territorio donde otros viven. 4. Desde luego no se lo que haría si llegara a Marte, porque no pienso ir, pero desde luego no me gusta nada eso de «conquistar» en nombre de Dios, nada que no se parezca a la conquista por ejemplo de Teresa de Calcuta, o de Francisco de Asís, que esos si me parecen buenos conquistadores en el nombre Dios.