Las novelas históricas son una de mis lecturas predilectas. Me encantan las novelas históricas.
En ellas los personajes de ficción conviven con personajes históricos y viven, desde la fantasía y documentación del autor, hechos históricos.
Si la novela está bien documentada, a través de la palabra escrita, vives en la imaginación esos momentos de la historia.
Puedes vivir las batallas de Aníbal con los romanos, la construcción de las pirámides o la prodigiosa vida de Alejandro Magno.
Es como viajar en el tiempo.
¿Quién no se ha emocionado leyendo el diario de Ana Frank?
Si nos ponemos a pensar todos tenemos en la memoria el diario de nuestra vida.
Quizá no sea tan emocionante e intenso como el de los personajes que han dejado huella en la historia.
Sin embargo, nuestra propia vida es una historia que se va desarrollando cada día.
¿Nos gustaría que alguien leyera la historia de nuestra vida?
Las personas que conviven con nosotros, pueden poco a poco, y puestos de acuerdo, reconstruir nuestra vida, al menos los hechos que han compartido con nosotros.
Aunque nuestra vida interior, nuestros pensamientos, nuestros deseos, inquietudes, ideas, solo nosotros las sabemos.
Si cada uno fuera capaz de escribir su propia historia, sin omitir detalle, sería un legado impresionante de conocimientos.
De todos modos, como dice Borges, es imposible escribirlo todo.
Solo podemos vivirlo.
Nuestros actos, nuestra conducta, son nuestro legado. Es lo que los demás recordarán.
¿Eso quiere decir que tengo vivir pensando en lo que recordarán de mi?
Eso no sería vivir, sino representar, como en el teatro.
Solo puedo vivir, como soy, siendo lo que soy. Mi conducta ha de ser guiada por lo que yo creo y quiero.
Desde mi interior tengo que poner en marcha mi voluntad para hacer lo que quiero.
Entonces ¿Lo importante, lo que decide mi vida es lo que quiero?
Para saber lo que realmente quiero, no tengo que devanarme los sesos, solo debo hacer recuento de en que empleo el tiempo de mi vida.
Es normal que emplee mucho tiempo en algunas cosas, como el trabajo, alimentación, descanso, esas que son el hábito de mi existencia.
Esto me lleva a deducir que no es el tiempo empleado lo importante, sino el cómo.
Ahí está la cuestión fundamental, el cómo.
No importa tanto en que empleo el tiempo de mi vida, sino en cómo vivo.
Se me ocurre un ejemplo para explicar esto del cómo.
Yo puedo caminar todos los días de casa al trabajo y emplear en ello veinte minutos.
Puedo hacerlo de forma mecánica, empleando el mismo tiempo cada día, cruzando el semáforo en verde, bajando una calle, doblando a la izquierda, etc…
O puedo contemplar la ría, disfrutando del paisaje, aspirando el aroma de los árboles, sintiendo el aire que me envuelve, sonriendo a la gente que me encuentro en el camino.
De la primera manera todos los días el recorrido será el mismo, monótono, repetido.
En la otra, donde voy percibiendo todo lo que pasa a mi alrededor, disfrutando, con los sentidos y el corazón alerta, cada día el camino será diferente.
La diferencia está en el cómo.
Lo importante de la historia de mi vida, está en el cómo.
Lo importante de las novelas históricas de la vida de la gente está en el cómo.
Jesús Muñiz González
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