Octubre de 2021: A mis hermanos salesianos y a todos los miembros de nuestra Familia Salesiana
Tenía treinta y un años cuando en la introducción del joven cristiano hacía esta afirmación:
Os puedo asegurar que hallaréis libros escritos por personas mucho más virtuosas y doctas que yo, pero difícilmente encontraréis a quien os ame en Jesucristo más que yo y desee más vuestra felicidad.
Le quedaban poco más de tres años de vida cuando iniciaba así la conocida carta que dirigió desde Roma a los jóvenes del oratorio de Valdocco:
Cerca o lejos yo pienso solo en vosotros. Uno solo es mi deseo: que seáis felices en el tiempo y la eternidad. Ese pensamiento y deseo me han impulsado a escribiros esta carta. Son palabras de quien os ama tiernamente en Jesucristo.
Entre ambas afirmaciones hay casi cuarenta años de distancia, aunque por la similitud de sus expresiones, parezcan tomadas de un mismo momento de su vida.
La pasión de Don Bosco por los jóvenes y por su felicidad, no fue un pensamiento pasajero o consecuencia de una etapa floreciente y satisfactoria de su vida.
En su juventud y en su ancianidad, el amor apasionado que expresaba por sus jóvenes, se sostenía en un fundamento espiritual y profundo; en un encuentro personal con Jesús que, de forma serena y continuada, orientó toda su vida.
Como hijos de Don Bosco no podemos olvidar que nuestra pasión por la vida se tiene que fundamentar en nuestra pasión por Jesús.
Él es el modelo y referente de nuestra manera de relacionarnos con las personas. Solo convencidos de esto, podemos perseverar en nuestra vocación y misión:
No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo.
No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. (EG 266)
Vivir apasionados por Jesús nos ayudará a superar las dificultades que la vida nos presenta.
Renovar nuestro encuentro personal con Él, fortalecerá nuestra fe y nuestra esperanza.
Mirar la vida a través de sus ojos, educará nuestra mirada y nos ayudará a contemplar a las personas con misericordia, su acogida, su perdón y su paz:
Jesús vio a una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. (Mc 6,34)
En una sociedad donde todo fluye con rapidez, donde se pasa muy pronto de una cosa a la otra y donde abundan los eslóganes y campañas que acaparan tan rápido la atención como pasan a quedar en el olvido, nosotros estamos llamados a cuidar y fortalecer las razones vocacionales que fundamentan nuestra acción, nuestro trabajo y nuestra pasión por la vida.
Amar a los jóvenes, expresarles nuestro cariño y cercanía. Buscar su felicidad generando ambientes que acogen y acompañan. Acercarles a Jesús para que descubran que Él vive y que puede llenar una vida.
Esta es la vocación salesiana a la que estamos convocados en cada una de nuestras casas, ya sea en la juventud o en la ancianidad, en todo momento y circunstancia de nuestra existencia, como así lo hizo Don Bosco.
Un fuerte abrazo.
Fernando García Sánchez
Inspector SSM
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