Noviembre de 2021. A mis hermanos salesianos y a todos los miembros de la Familia Salesiana
Carlitos afeitó aquella barba temblando como una hoja.
Cuando empezó a girar sobre el mentón, sudaba.
Algún rasguño, algún corte, pero a sus once años consiguió llegar hasta el final, a pesar de la alarma y las advertencias del barbero.
La vida de Don Bosco nos regala diversidad de encuentros en los que supo ganarse la confianza de aquellos muchachos con detalles espontáneos y frescos de cercanía.
La mano tendida a Rúa, el sabes silbar a Garelli, el diálogo en la estación de Carmagnola con Magone.
En todos esos encuentros, al detalle cercano, le sucedió una propuesta personalizada, una invitación realista para iniciar un proceso educativo y de crecimiento espiritual.
La pedagogía de Don Bosco nos recuerda la importancia de los detalles y de los procesos.
En efecto, si su relación con aquellos muchachos se hubiera quedado solo en esos detalles simpáticos, él habría sido sólo una anécdota para sus vidas.
Si se hubiera limitado a captar muchachos para su programa educativo, no tendríamos el alma y la “magia” de la familiaridad.
Cada uno de nosotros estamos llamados a seguir encarnando en nuestras casas esos detalles de cercanía, escucha y acogida que se quedan grabados en la vida de las personas y a cuidar esos procesos educativos que permiten generar un ambiente que acompaña y ayuda a crecer.
En esta tarea todos podemos aportar algo.
La historia de Carlitos, huérfano de padre, continuó en el oratorio y dio su fruto de agradecimiento en el regalo de aquel corazón de plata en el onomástico de Don Bosco.
Como ha pasado en la vida de tantos jóvenes, el paso de los que hoy están con nosotros en las casas salesianas no será diferente, si somos capaces de ser fieles a ese espíritu de familia que nos hace cercanos y que genera un ambiente que transmite confianza y apoyo a quien lo necesita.
Un fuerte abrazo.
Fernando García Sánchez
Inspector SSM
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