Sacerdote y sastre, es el sueño núm. 7, en 1834.
“Cuando yo era joven soñé que había llegado a ser sacerdote y que revestido con los ornamentos sacerdotales trabajaba como sastre.
Pero que no me dedicaba a coser telas nuevas sino a remendar vestidos ya rotos”.
Con este sueño le informó el Cielo que su oficio como educador sería no sólo dedicarse a perfeccionar jovencitos ya santos, sino sobre todo a recoger muchachos problemáticos y llenos de defectos y de vicios y hacerlos buenos cristianos y honrados ciudadanos.
Uno de sus más famosos alumnos (Santo Domingo Savio) le dirá más tarde:
“Don Bosco: sea Usted el sastre. Yo seré la tela. Haga con mi vida un buen vestido de santidad para Nuestro Señor”.
Y así sucedió.
Así recoge Don Bosco el sueño en sus Memorias Biográficas.
─¿Quién puede imaginar, cómo me vi yo, cuando estudiaba el primer curso de filosofía?
Y le preguntaron:
─¿Cómo se vio? ¿En sueños o de otro modo?
─Eso no importa saberlo. Me vi ya sacerdote, con roquete y estola.
Así vestido, trabajaba de sastre en un taller.
Pero no cosía prendas nuevas, sino que remendaba ropa estropeada y juntaba muchos trozos de tela.
Por lo pronto no pude entender qué significaba aquello.
Hablé de ello entonces con alguien.
Pero no lo hice claramente hasta que fui sacerdote y tan sólo con mi consejero don Cafasso.
Este sueño o visión quedó indeleble en la memoria de don Bosco.
El le indicaba cómo no estaba llamado sólo a elegir muchachos santos y dedicarse a perfeccionarlos y preservarlos, sino también a reunir en torno a sí muchachos descarriados y corrompidos, por los peligros del mundo, que se hicieran buenos cristianos con sus cuidados y contribuyeran a la reforma de la sociedad.
S. 7. (MB. 1, 310)
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