Una propuesta cargada de ilusión, es la que quiero ofreceros en estas fechas tan entrañables.
Primero celebramos el Adviento, preparando nuestro hogar para recibir a Jesús.
Luego, los niños de muchos hogares, todavía esperan la llegada de los Reyes Magos.
¿Quién no se ha llenado de recuerdos ante estas dos palabras de Reyes y Magos?
Viajamos con el pensamiento a nuestra niñez, a esa noché mágica, en que unos personajes fabulosos viajan guiados por una estrella.
Entonces nos mandaban pronto a la cama y nos costaba conciliar el sueño, pensando en el mañana.
En nuestra imaginación veíamos a los Magos, que detenían los camellos en nuestra puerta para dejarnos los regalos.
El madrugón de la mañana del día 6 de enero, corriendo a la habitación de papá y mamá era épico.
¡Qué se levanten ya! Queremos ver si han venido los Magos.
¡Se han comido las galletas! ¡Se bebieron el jerez! ¡Y los camellos el agua!
La fantasía nos envolvía esa fría mañana de enero, como una manta tejida de ilusión.
Escuchaba en la radio, como llamaban los oyentes para contar cual era el regalo que más ilusión les hizo cuando eran niños.
Esa es la propuesta cargada de ilusión que yo quiero haceros a todos vosotros, amigos lectores de Vigo Bosco.
¿Cuál es el regalo que recuerdas con más cariño?
¿Qué regalo pediste con más deseo a los Reyes?
¿Se cumplieron tus esperanzas?
¿O te has quedado para siempre con las ganas de aquel juguete?
Para dar ejemplo yo os digo los juguetes que recuerdo con más cariño de mi niñez.
En primer lugar está un mecano, metalíco, que venían con herramientas para montar diferentes objetos: una grúa, un camión, un coche.
Para eso venían tijeras, tuercas, tornillos, arandelas, cuerda, y hasta un motor de cuerda.
Era fantástico. Venía con una libreta repleta de modelos para elaborar.
Se me pasaban las horas en el papel de arquitecto, ingeniero y obrero.
Otro juguete que me trae bonitos recuerdos, los juegos reunidos Geyper. ¡Qué cantidad de juegos se escondían en aquella caja de cartón!
Y el tercero, era una base redonda de madera pesada, con un boquete redondo en el centro, donde se guardaba una pelota de goma maciza, sujeta a la base con una larga cuerda elástica, y dos palas.
Golpeabas la pelota con la paleta y esta se iba a lo lejos, y luego se volvía botando hacia ti. Entonces la golpeabas de nuevo.
Es como si jugaras en un frontón sin pared. La pelota siempre volvía para golpearla de nuevo.
Lo maravilloso es que podías jugar tu solo.
Y después de abrirte boca con mis recuerdos, ahí va la propuesta cargada de ilusión.
¿Te atreves a contarnos cual es el juguete que te hizo más ilusión en tu niñez?
¿Cuál fue ese juguete que pediste a los Reyes y que colmó tus esperanzas cuando lo viste el día 6 por la mañana junto a tu zapatilla?
¿O cuál fue el juguete que nunca te trajeron y con el que soñabas?
¿También nos puedes contar de ese juguete que no esperabas y resultó una sorpresa estupenda?
Atrévete a compartirlo aquí, en tu página de Vigo Bosco.
Haz ese regalo de Reyes a los lectores de Vigo Bosco.
Anímate. Regala un poco de ilusión compartiendo tus recuerdos.
Haz realidad esta propuesta cargada de ilusión.
Le voy a contar. Yo, cuando era niña, cada años soñaba con recibir una muñeca, un juego de cocina y varias cosa más, pero nunca recibí nada. Cada año fue igual. Creo que alguna vez recibí una corneta. Mi abuelo era muy pobre y ya era mayor. Mi madre murió al yo nacer, mi padre me abandonó y mi abuelo no tenían para comprar juguetes.
Recuerdo con mucha ilusión y nostalgia la tarde de Reyes, cuando nos preparábamos mis hermanos y yo para ir a ver a los Reyes, recuerdo cómo se parecía el Rey Melchor a mi padre, sus ojos y sus manos lo delataban también el saludo a todos los niños les decía adiós con la mano y a nosotros, nos saludaba con un gesto de “ cuidadin cuidadin”
Cuando nos despertábamos e intuíamos por el pasillo las luces del árbol h el belén encendidas sabíamos que ya habían dejado nuestros regalos y nos apresurábamos a ver quien de los tres llegaba primero. Recuerdo con cariño mi muñeca andarina, la muñeca Rosaura que era más grande que yo. Durante un par de años teníamos la ilusión de encontrarnos con la sorpresa de un cabello, todos los fines de semana íbamos con mi padre a una hípica en La Lanzada, los paseos a caballo, el paisaje y el olor a mar imposible de olvidar, durante esos años teníamos mis hermanos y yo “ la fiebre del cabello” y soñábamos la mañana de reyes con encontrarnos el “ equino” al mirar por la ventana de la galería de nuestra casa donde nos dejaban sus majestades los regalos, no pudo ser a cambio nos encontramos con unas botas, un casco, una fusta y el libro de El Caballo que todavía conservo…algo es algo. El regalo imposible que sueño todos los años desde que se fueron seria volver a abrazar a los que me dieron la vida e hicieron posible todos esos años de ilusión, de momento no puede ser pero tengo la certeza de que ocurrirá en otra vida.
No recuerdo mucho, yo diría casi nada, de mi niñez. Pero sí puedo asegurar que jamás he tenido un solo juguete. No había para comida y menos aún para juguetes. Mis padres se han ido deshaciendo de patrimonio para poder comprar comida. Luego me fui para el seminario, y allí, menos aún. Por mi parte este debate no tiene ningún interés.
Mis primeros ocho años de vida, de 1940 a 1948, los pasé en la Isla de Ons, y en aqella época eran muy pequeños los barcos que llegaban a la isla para comprar el pulpo que pescaban los isleños, con lo cual era muy díficil que los Reyes, pajes, camellos, etc., pudiesen llegar.
Por tanto, fueron muy pocos los juguetes que pudimos disfrutaar los tres hermanos, aunque a veces nos dejaban alguna cosa en el propio faro, y tambien en otras casas de familiares y amigos que vivían en tierra firme.
Pero a cambio, nos dejaron imaginación y creatividad para fabricar nosotros los juguetes. Recuerdo un extarordinario tren articulado y versatil, que no era eléctrico, pues en Ons no había luz eléctrica, no tenía ruedas y tampoco cuerda, lo que si tenía era un «cordel», con el que uníamos las latas de conserva planas y los botes redondos, y lo arrastabamos por todas partes. Aunque no es necesario, aclaro que las latas planas eran los vagones y los botes redondos, la o las locomotoras, de ahí lo de versatil; que cargábamos con distintos materiales, como arena, piedra, madera, etc. etc..
Cuando nos vinimos a vivir a Vigo, siempre se celebró el día de Reyes con gran alegría pero con la precariedad propia de aquellos dificiles años en la economía familiar, siempre entendida por los tres hermanos.
El regalo de Reyes más importante que tuve y todavía conservo, fue un modesto reloj de pulsera, y ocurrió cuando ya estaba realizando los estudios de Peritaje Mercantil. Sé que los Reyes tuvieron que hacer un enorme esfuerzo económico, que jamas podré agrader suficientemente.
Sigo creyendo en los Reyes, por tanto espero que este año me dejen algo, y me apena muchisímo la deriva que ha ido tomando la sociedad, arrinconando poco a poco esta tradición cristiana sustituyeéndola por otras de otras latitudes.