Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino.
Ese es el lema que se adoptó este año para el día del Seminario.
Esto me ha hecho pensar en los sacerdotes.
A los que nos ha tocado nacer y crecer en el seno de la Iglesia, se no ha hecho visible en nuestra vida la presencia del sacerdote.
No nos hemos enterado de nuestro bautismo, pero si hemos vivido el de nuestros hijos.
Nos hemos preparado para la Primera Comunión y un día señalado en nuestro recuerdo la hemos recibido por primera vez de manos de un sacerdote.
Siempre un sacerdote ha estado presente en nuestra vida para recibir los sacramentos.
He conocido a bastantes sacerdotes.
Cada uno es una persona como yo o como tú.
Entonces surge la pregunta.
Una pregunta que yo lanzo desde aquí para que cada cual responda desde su conocimiento, su experiencia, o su reflexión.
¿Qué es para ti un sacerdote?
De los sacerdotes se habla mucho, para bien, o para mal.
Cuántas veces he oído esa frase: yo creo en Dios pero no en los sacerdotes.
Yo no voy a responder a esa pregunta haciendo juicio sobre la persona del sacerdote.
Aunque haya conocido a bastantes, ¿Quién soy para juzgar a nadie?
Quiero responder a esa pregunta desde mi interior, haciendo la pregunta hacia dentro, hacia mi intimidad.
Lo primero que yo entiendo es que no son bichos raros, que son personas, con sus pasiones, sus vicios y virtudes, iguales que los demás.
Sin embargo, hay algo que los diferencia del resto.
Ese algo es como un don que se les otorga desde el momento en que han recibido el sacramento del orden.
Cada uno, como todo el mundo, tiene sus dones o carismas. Unos cantan bien, otros tienen el don de la palabra, o cualquier otro.
Pero hay uno, para mí, común a todos.
Ese don se manifiesta en el ejercicio de su ministerio y sobre todo en un sacramento, que yo entiendo que es donde la presencia de Cristo se hace más patente.
Ese es el Sacramento de la reconciliación.
Con ser tan diferentes como personas, a lo largo de mi vida, con todos los sacerdotes encontré esa presencia.
Siempre he sentido que, aunque es un ser humano al que le digo mis culpas, una fuerza extraordinaria los asiste para transmitir la bondadosa presencia de un Dios, que no solo me perdona, sino que me abraza.
Es como si cuanto hice de mal ya estuviera olvidado antes de confesarlo.
Siempre he sentido en los sacerdotes la presencia de ese Dios amoroso que nos presenta Jesús en la Parábola del Hijo Pródigo.
Por eso, yo creo que el sacerdote, cualquier sacerdote, ese hombre elegido por Dios, es el corazón de Dios, es el abrazo, el beso de Dios encarnado.
Ese Dios Padre, se hace visible en el sacerdote.
En ese hombre, en ese momento, de una forma misteriosa, Dios me abraza con sus brazos, me sonríe con su boca y me mira con ternura con sus ojos.
Cualquiera de los milagros que nos relatan los evangelios me parece poca cosa, ante ese inmenso milagro que experimento en la persona del sacerdote, cuando acudo para recibir el sacramento.
La presencia de Dios amoroso, la percibo en todas las personas que me quieren, Y también en las personas que hacen el bien a los demás.
Hay sacerdotes que me han sentir la presencia de Dios con su entrega, con su actitud de servicio.
Pienso ahora en la persona de mi amigo el misionero que se fue a uno de los países más pobres de Africa para hacer visible la presencia de un Dios amoroso.
Todo eso es maravilloso.
Pero nada comparado a sentir la ternura del hombre que te dice como Jesús a la adúltera: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más”
Cuando vuelvo arrepentido a la casa del Padre, un hombre, un sacerdote, me abraza, me cubre de besos, me pone el anillo y celebra una fiesta en mi honor.
Ese es para mi el sacerdote: El Padre del Hijo Pródigo.
Y ahora amigo lector de Vigo Bosco te lanzo la pregunta:
¿Qué es para ti un sacerdote?
Atrevete a contestar y enriquece la revista con tus comentarios.
Es un homenaje a nuestros sacerdotes.
Para mi un sacerdote es la imagen de Jesucristo en la tierra, es quien escucha nuestros pecados y nos perdona con el Espíritu de Dios Nuestro Señor Jesús.