Junio de 2022. A mis hermanos salesianos y a todos los miembros de nuestra Familia Salesiana.
La tarde del día de San José de 1876, Don Bosco dirigió en Valdocco una conferencia a la que asistieron más de doscientas personas adultas.
Junto con los profesos, novicios y aspirantes se había cursado invitación pública para todos aquellos que desearan pertenecer a una Congregación que estaba en clara expansión:
“Llegan peticiones de colegios, de casas, de misiones en número extraordinario, lo mismo de nuestros pueblos de Italia, que de Francia y de otras tierras lejanas. De Argelia, Egipto, Nigeria, Arabia, In… y se puede decir de toda América nos llegan peticiones para abrir nuevas casas”.
Don Bosco partió del pasaje del Evangelio de Mateo en el que Jesús exhorta a orar para que el Padre envíe trabajadores a la mies.
Al igual que para el cuidado del campo se requieren trabajos muy diversos, cada persona puede encontrar el modo de ser un trabajador del evangelio con la oración, con su buen ejemplo, animando a los otros a hacer el bien o arrancando esos hierbajos que estropean el ambiente.
Como nos pasa hoy, también Don Bosco sentía la necesidad de sumar fuerzas y convocar personas para hacer el bien.
La cantidad de urgencias en la incipiente Congregación no le hicieron perder el rumbo.
Él tuvo siempre claro que por mucha que fuera la necesidad para hacer el bien a los otros, había que comenzar por uno mismo:
“Lo que quiero, y en lo que insisto e insistiré mientras tenga aliento y voz, es que el que se hace salesiano sea un salesiano santo”.
Estamos llegando al final de un curso en el que nuestras casas se han realizado múltiples actividades que favorecen el encuentro con las personas.
Los jóvenes necesitan referentes de vida, personas que transparenten su vocación cristiana, sus valores, sus opciones de vida.
Como hizo en aquella conferencia del día de San José, Don Bosco también nos convoca a nosotros, a cada uno desde su realidad, para ser un cauce a través del cual Dios siga hablando a los jóvenes.
El recuerdo de Don Bosco nos estimula a cuidar nuestra vocación y a vivirla con alegría. Las tareas que hacemos cambian con el tiempo, lo que somos, permanece y se manifiesta en la vida:
“Para ser verdadero trabajador del Evangelio, no hay que perder tiempo, sino trabajar; unos en un lugar, otros en otro, en los estudios, en la asistencia y en la cátedra, en las cosas materiales, en el púlpito y en el confesionario; en las oficinas y en los despachos administrativos”.
Lo importante no es solo lo que se hace, sino sobre todo lo que se es, hasta el último momento de nuestra vida.
Ese es mi deseo, que nuestras casas estén habitadas por personas vocacionadas que se quieren de verdad, que se cuidan y se ayudan y que, haciendo cosas muy distintas, dan testimonio auténtico y creíble de su vocación cristiana, salesiana, consagrada, matrimonial.
Recemos al dueño de la mies.
Tal vez alguno podáis sentir que eso es lo único que ahora podéis aportar.
No es poco.
Es más, eso en concreto fue lo que Jesús nos pidió que hiciéramos.
Un fuerte abrazo
Inspector SSM
Muy bonita palabra. Necesitamos unir fuerzas en la oración.