El camino de un jubilado, jueves, 24 de julio de 2008.
Hoy preparé la mochila para hacer el camino de Santiago.
De acuerdo con los buenos consejos de Bea, nuestra encantadora guía, infatigable compañera de tantos viajes y enamorada del camino, cargué todo esto:
- un saco de dormir
- un jersey
- un par de pantalones
- dos pares de calcetines sin zurcidos
- dos calzoncillos
- dos camisetas
- una toalla
- un pequeño neceser
- un chubasquero que ella misma me dejó para que pueda tapar también la mochila en caso de lluvia
- un par de botas
- chancletas
- una gorra
- apuntes para el camino
- una libreta con boli.
Con eso nada más ya tengo la mochila a tope y me parece que pesa una tonelada.
Ahora mismo se me hace muy cuesta arriba la caminata.
Voy solo, aunque Bea me ha dicho que no lo estaré en el camino.
Se me olvidaba, también llevo algunos frutos secos y un rollo de papel higiénico sin el cartón del medio.
Estoy asustado, no se si llegaré a Santiago con todo ese peso a la espalda.
Yo creo que cada pieza de ropa, cada cosa que llevo en la mochila, ha incrementado el peso con alguno de mis pecados, y esos si que pesan.
Pero me llena de esperanza pensar que a cada paso se me irá desprendiendo alguno y entonces la carga será más ligera.
También llevo una pequeña cámara de fotos. Pero con solo una batería y sin el cargador, así que tengo que procurar que dure. Todo hay que economizarlo.
¿Por qué hago el camino? Esa es la pregunta para la que tengo varias respuestas.
Porque:
- recién he cumplido la mayoría de edad para los jubilados: los sesenta y cinco.
- nunca hice algo como esto en mi vida.
- casi nunca anduve solo por la vida.
- ya hice dos veces el camino desde Vigo y la experiencia mereció la pena.
- me apetece.
- me asusta.
- es un reto.
- el camino es una experiencia espiritual siempre diferente y personal.
Piensa tu que me lees porque hago este camino y probablemente también lo hago por eso.
Cuando esto se publique, yo habré regresado, pero iré contando poco a poco mi experiencia.
La iré contando con el mismo ritmo con que habré andado esos ciento cincuenta y tres kilómetros que hay desde O Cebreiro. Más cuatro de propina, desde Piedrafita do Cebreiro.
¡Ultreia!
Buen artículo, y buen camino.