Concurso de corazones es un cuento que nos permite reflexionar acerca de la verdadera belleza interior y del don de amar.
No se trata de ganar el concurso de corazones sino de vivir y exponer nuestro corazón a sentir, a pesar de que muchas veces no somos reconocidos, valorados o desprecian nuestra entrega.
De eso se trata, de vivir y amar. De correr riesgos.
En un concurso de corazones buscaban el corazón más bello, entre los más bonitos, los más perfectos, los que mejor latían, los más rojos…
Allí un poquito apartado de los demás había un corazón de retales.
Cada trocito era de un rojo distinto, uno más pequeño, otro más grande, cosidos unos a otros, pegados… y también había agujeros vacíos… sin nada.
Aquel corazón era muy raro, la gente se paraba a mirarlo y no entendía que hacia aquel corazón participando en el concurso.
El encargado del evento notando el revuelo que se armaba, quiso saber el porqué de aquella situación y se acercó hasta el corazón; este se mantenía erguido, desafiante, orgulloso de su forma
El señor lo miró extrañado, y con voz solemne le pregunto:
─¿Señor corazón, no sabe usted que en este concurso estamos buscando el mejor corazón de todos?
¿No ve como todos los corazones que participan, son perfectos?
Tanto que va a ser un verdadero problema poder elegir el mejor.
¿Qué puede ofrecer su corazón que no tengan todos los demás?
Este se quedó mirando al señor encargado, y señalando sus trocitos le dijo:
─Puedo ofrecer lo que soy, lo que tengo. yo era como ellos, grande, hermoso.
Caminando por la vida me encontré con otros corazones que me pedían un trocito del mío, a cambio de un trocito del suyo.
Al principio era un poquito duro eso de dar el corazón, pero poco a poco le fui cogiendo cariño a todos esos trocitos que me daban, y no me costaba ningún esfuerzo dar del mío.
Se fue convirtiendo en algo muy normal, y yo creía que todos los corazones eran iguales al mío.
Solo aquí vi que no era así.
Yo también quedé maravillado con estos hermosos corazones, pero el mío es así, y para alguien quizá sea un buen corazón.
Uno de los que escuchaban aquella conversación, pregunto:
─ Ya sabemos el porqué de sus trocitos distintos pero ¿Y esos agujeros y costuras, por qué?
El corazón lo miro, y una ráfaga de tristeza cruzo por su mirada.
─Los agujeros, ─dijo, ─son trocitos de corazón que di amando, deseando que me amaran también, pero no fue así y se quedaron con quien amé, porque no recibí nada a cambio de mi corazón.
Y las costuras son para curar las heridas. Cuando alguien te daña te parte el corazón, y eso hay que curarlo.
Un corazón que se precie de serlo no puede pararse por eso, se cura y sigue adelante, dando y recibiendo, perdiéndolo un poquito, o curándolo, pero siempre latiendo y latiendo.
Todos quedaron en silencio, y de todos los corazones que había allí, el latido más suave, el más dulce, era el de aquel corazón de retales.
No sé qué corazón gano el concurso, la verdad es que me da igual.
Desde aquel día, yo voy por la vida buscando corazones de retales que no teman darme un trocito, y que sean capaces de recoger los míos.
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