El apóstol de los esclavos se llama Pedro Claver.
El viernes 9 de septiembre aparece San Pedro Claver como uno de los santos del día.
“¿Cómo puedo amar de verdad al Señor?
¿Qué debo hacer para agradarle?
Enséñamelo.
Él me da un gran deseo de ser todo suyo, pero no sé qué hacer”.
Esta era la pregunta que Pedro Claver, estudiante de filosofía en Palma de Mallorca (España) dirigía al portero del convento de los jesuitas, Alfonso Rodríguez.
Éste, tras haber rezado largo tiempo, exhortó al joven a partir para evangelizar en América.
De España a Cartagena
Pedro, nacido en Verdú (Cataluña, España) el 25 de junio de 1581, no provenía de una familia noble.
Hizo el noviciado en Tarragona, los estudios filosóficos en Palma de Mallorca, e inició los teológicos en Barcelona.
Aún no los había terminado cuando fue destinado a la misión en Nueva Granada –antiguo nombre de Colombia-.
El joven desembarcó en Cartagena en 1610, y fue ordenado sacerdote en 1616 en la misión en la que, durante 44 años, operó entre los esclavos afroamericanos, en un periodo de auge de la trata de seres humanos.
Siervo de los esclavos
Educado en la escuela del misionero Alfonso de Sandoval, Pedro hizo voto de servir siempre a los esclavos africanos, “Aethiopum semper servus” –ya que en la época todos ellos eran llamados “etíopes”-.
Las costas en las que se desembarcaba a miles de personas, arrancadas sin piedad de su tierra y su propia vida, se convirtieron en el campo del apostolado del joven jesuita.
Cada mes, cuando se anunciaba la llegada de nuevos esclavos hacinados en las naves, Pedro Claver salía a su encuentro con su barca para llevarles alimentos, socorro y consuelo.
Despertaba en cada uno el sentido de la propia dignidad humana, llevaba la fe a los no bautizados, elevaba a todos al conocimiento y a la práctica de las virtudes evangélicas.
Curaba sus heridas, y para alimentarlos y vestirlos llamaba a todas las puertas pidiendo limosna.
Con el fin de instruirlos, aprendió la lengua de los angoleños, y se rodeó además de un grupo de 18 intérpretes. A causa de su incansable labor, fue acusado de “celo incauto” y de haber profanado los sacramentos al impartirlos a criaturas que “a duras penas poseen un alma”.
La muerte en medio del abandono y la contemplación
En 1650 Pedro enfermó de peste; sobrevivió, pero durante el resto de su vida ya no pudo trabajar. Transcurrió los últimos cuatro años de su existencia terrena inmovilizado en la enfermería del convento. El hombre que había sido el alma de la ciudad, padre de los pobres y consolador de tantas desdichas, fue completamente olvidado por todos, y pasó el tiempo en oración.
Pedro Claver murió el 8 de septiembre de 1654. Fue elevado a los altares el 16 de julio de 1850 por el Beato Pío IX, y canonizado el 15 de enero de 1888 por León XIII, junto con Alfonso Rodríguez. El 7 de julio de 1896 fue proclamado patrón de todas las misiones católicas entre los africanos.
Vatican News, santo del día.
Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia.
Me ha llamado la atención la historia de Pedro Claver.
Una persona, impulsada por su vocación se propone algo que se nos podría antojar imposible.
En su incansable labor, llevó consuelo a unos pocos entre muchos.
Miles de personas fueron asesinadas consideradas como útiles de trabajo y no como personas.
Al pensar en ello se nos puede pasar por el pensamiento lo brutos que eran en aquel tiempo.
Sin embargo, hoy seguimos haciendo lo mismo. La prueba es la cantidad de africanos que arriesgan su vida por pura supervivencia.
Hoy no los esclavizamos con cadenas, sometiéndolos a un trato inhumano para enriquecernos.
Hoy hemos establecido un sistema que produce el mismo efecto sin alterar nuestra conciencia.
Ahora los esclavizamos no permitiendo que salgan de su pobreza, de las miserables condiciones de vida en que se encuentran.
Y muchas nos escudamos en el “¿Qué podemos hacer”?
Es cierto, a nivel individual podemos hacer bien poco. Incluso organizándonos no obtenemos mucho más.
Eso no le importó a Pedro Claver.
Pensar en ello me da la esperanza de que todo lo que hagamos, aunque sea bien poco, es necesario.
Y hemos de tener presente que no es un acto de misericordia o generosidad, sino de justicia.
Si los cristianos hemos de buscar el Reino de Dios, hay que empezar por la justicia.
La deuda que tenemos con los más pobres no se salda con toda la vida, solo se amortigua.
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