Poio y Pontevedra constituyeron el primer destino programado por Jesús, nuestro párroco de María Auxiliadora, para iniciar los “domingos especiales” como él los llama.
Consisten en salidas cortas para visitar algún sitio cercano que ofrezca algún interés artístico o histórico, un domingo por la tarde.
Quedamos para el domingo veintitrés a las cuatro de la tarde.
El grupo lo formábamos una treintena de diferentes países: España, Panamá, Perú y Uruguay.
Jesús se dio a conocer como un excelente organizador.
Antes de arrancar distribuyó un plano de Pontevedra, un folleto de la ciudad y un folio con canciones por las dos caras.
En cuanto el bus comenzó a rodar, tras una breve oración nos animó a cantar una canción nueva, y enseguida nos hicimos con el estribillo.
El tiempo se me antojó breve cuando llegamos a nuestro primer destino:
El Monasterio de San Juan de Poio.
Una ligera llovizna nos acompañaba a intervalos para añadir ternura a nuestra salida con su continuo besuqueo.
Con la desamortización, en 1834, los monjes bennedictinos, fueron expulsados.
Desde 1890 es la orden de los mercedarios la que ocupa sus estancias.
El retablo del altar mayor de 1631 es una joya del barroco gallego con columnas salomónicas e imágenes de San Juan Bautista, la Virgen de la Merced y San Andrés.
En el primer lateral está la tumba de Santa Trahamunda, suevo-visigoda junto a una talla que representa a la santa con una rama de palma.
El claustro de las procesiones es un auténtico remanso de paz.
En el centro una fuente barroca de la que mana agua del monte Castrove.
El otro claustro asombra con sus paredes cubiertas por un millón de teselas que narran con imágenes el camino de Santiago.
La biblioteca alberga mas de 100.000 volúmenes y varias piezas de Sargadelos.
16 salas en 1.900 m2, con más de 3 km de estanterías.
El museo –la primera sala es el antiguo refectorio–, con exposiciones de pintura, escultura y mosaicos, objetos relacionados con la orden mercedaria y una colección de libros en miniatura.
El casco histórico de Pontevedra
En pocos minutos el autobús nos traslada a Pontevedra.
Junto a la ermita de San Roque nos espera nuestra guía.
Con un timbre de voz perfectamente audible nos conduce hacia la alameda y en la gran esplanada frente a la diputación da comienzo su lección de historia.
La seguimos hacia el casco histórico, el más grande espacio peatonal de una ciudad gallega.
Sin prisas vamos recorriendo y admirando los edificios, iglesias y el paisaje urbano de esta pequeña gran ciudad.
Pontevedra cuenta con uno de los centros históricos mejor conservados de toda Galicia.
Aquí, se hace realidad que como mejor se descubre un lugar es paseando por sus calles, plazas y lugares más emblemáticos y sumergirse de lleno en su cultura, y también en su historia.
Las plazas de Pontevedra reflejan la historia de la ciudad.
La plaza del Teucro es una de las más señoriales de la ciudad.
Aún conserva parte de las casas nobles que la rodeaban de los siglos XVII y XVIII.
La de Méndez Núñez es otra de las plazas que dedica su nombre a un héroe de guerra.
Hay una escultura de Valle-Inclán, que vivió en una casa situada en la plaza de las Cinco Calles.
Algunas plazas de Pontevedra, reciben el nombre de las actividades que en ellas se desarrollaban: plaza de la leña, o de la verdura.
En la plaza de la Herrería se puede admirar la iglesia de San Francisco, del siglo XIV
En este convento de las Hermanas Doroteas ingresó como novicia Sor Lucía, y fue en su celda situada en la segunda planta, donde se le apareció la Virgen en 1925.
Termina nuestro paseo en la Peregrina, desde donde nos trasladamos al autobús para regresar con un pequeño retraso sobre el horario previsto.
Antes de arrancar hay que esperar unos minutos por las impenitentes compradoras que se han detenido en una pastelería.
A mi ya me basta con la dulzura de la ciudad y el encanto de la llovizna que en ningún momento fue maltratadora.
Felicidades al organizador de este primer domingo especial por Poio y Pontevedra.
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