La Auxiliadora de El Arenal, la de san Matías, la de todos los días… Y los compañeros de hace más de medio siglo.
Han cambiados los tiempos, pero no nuestros corazones; se han marchitado nuestras rosas, pero no tus rosales.
La escena de los AA.AA portando la carroza de María Auxiliadora, al lado de la imagen de Don Bosco, ha llenado mi mente de evocaciones y me ha hecho recordar viejas historias que es preciso escribir.
Conviene que no perdamos la memoria, si queremos seguir siendo nosotros mismos.
Sucedió en los primeros días de la novena de María Auxiliadora de hace unos años. Un empleado de una empresa de electricidad fue llamado para realizar unos arreglos en un santuario de la Virgen.
Una de las personas que atendían el santuario aprovechó para entablar una conversación con él, animándole a llevar una vida cristiana.
Él se definió como no creyente y animó al cura a que se dejara de ‘rollos’, que él había venido para desempeñar su trabajo y quería terminar cuanto antes.
Al acabar su tarea, el sacerdote observó que al pasar junto una pequeña imagen de la Virgen que hay en el fondo de la Iglesia echó una limosna en el peto.
El sacerdote piensa para sus adentros: “La llevas clara, porque si has dado algo a la Virgen, ella se las apañará para darte más a ti”.
Cuenta este sacerdote que, al cabo de un par de años, aquel hombre volvió al santuario para saludarle.
No sabía cómo, pero su vida había cambiado completamente; había vuelto a la fe y se había comprometido a seguir a Dios de cerca, y proclamaba con entusiasmo, entre sus compañeros y familiares, lo que le había pasado.
Si te cuento esto hoy es porque el lugar donde sucedieron los hechos pudo ser el santuario de María Auxiliadora de Vigo. Sí, aquí en esta iglesia que nosotros conocemos bien.
La Auxiliadora nos cuida
Pues eso, allí estaba Ella, la de siempre, la Auxiliadora de todos los días.
Allí estaban ellos, los de siempre, con alguna cara que no era difícil adivinar porque el paso del tiempo nos ha arrebatado algunos rostros.
Los intuimos en esa procesión que se hace por la otra banda, no en la distancia, sino en y desde el corazón.
Han cambiados los tiempos, pero no nuestros corazones; se han marchitado nuestras rosas, pero no tus rosales.
Gracias, por tu corazón de Auxiliadora, porque podemos seguir llamándote Madre, a pesar de nuestros olvidos y desencuentros.
Que hermoso vivir ese recorrido con la imagen de María cantando,
es muy bonito.