Buenas noches Octubre de 2023. A mis hermanos salesianos y a todos los miembros de nuestra Familia Salesiana:
«Hazte humilde, fuerte y robusto y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos».
María, la maestra indicada como aquella con la cual se podía alcanzar la sabiduría, señaló a Juanito Bosco un camino exigente de trabajo personal.
La misión encomendada requería lucidez para llamar por su nombre a los propios defectos y un esfuerzo sereno para poder combatirlos.
Para ser educador y evangelizador de los jóvenes, Juanito tenía que trabajarse a sí mismo para crecer en humildad y fortaleza.
Las Memorias del Oratorio recogen una confesión autobiográfica de cómo el joven Bosco se tomó en serio este trabajo personal.
Los años de formación en Chieri y el acompañamiento de D. Cafasso, en el inicio de su sacerdocio, forjaron su personalidad creyente y le fueron alejando de la tentación del orgullo, de la soberbia, de disfrazar bajo la apariencia de apostolado toda búsqueda de sí mismo y de los propios deseos, de normalizar y convivir con la mediocridad.
Si alguien que le conocía tan bien como Miguel Rúa, pudo decir de él tras su muerte que «no dio paso, ni pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación de la juventud», es porque Don Bosco se tomó muy en serio en su vida, ese camino de trabajo personal que le había sido propuesto por María en su infancia.
¿Cuál es el trabajo personal que tenemos que hacer?
Doscientos años después nos podemos preguntar cuál es el trabajo personal que tenemos que hacer nosotros para ser continuadores auténticos y creíbles del sueño de Don Bosco.
También a cada uno de nosotros, María, la maestra, nos invita a ser humildes y robustos para que así nuestra vida interpele a los demás.
Habitamos una sociedad que, a fuerza de normalizar tantas conductas, puede contagiarnos de actitudes que contradicen al Evangelio.
El extendido individualismo puede generar una sensación de impunidad ante la incoherencia, la mediocridad, el conformismo que acaba por disolver la fuerza transformadora de la educación y la capacidad de transmisión de la buena noticia del Evangelio.
El pasado viernes, en cambio, he sido testigo de la fuerza del testimonio sencillo, auténtico y constante de un soñador como Don Bosco, en la vida de los jóvenes. Acudí a celebrar el funeral de un salesiano de noventa años y me encontré, entre las decenas de cartas con las que los alumnos le despidieron, con una preciosa página del sistema preventivo.
Emerger lo que está oculto
Los jóvenes tienen la capacidad de hacer emerger lo que está oculto para ponernos delante del espejo de lo que realmente es importante: la acogida de sentirse único y llamado por tu nombre, la sonrisa, la alegría, la preocupación que se concreta en detalles que te hacen sentir receptor de un cariño senciIIo y auténtico.
Hoy, más que nunca, la misión salesiana requiere forjar educadores auténticos, transparentes, creíbles, no solo por lo que dicen o por las estructuras educativas que gestionan con su trabajo, sino porque son capaces de ver lo que cada joven necesita y ser referentes espirituales para una generación que se siente más sola y necesitada de lo que aparenta.
Escuchemos los consejos del sueño de los nueve años: hazte humilde, fuerte y robusto.
Aprendamos de la vida.
Contemplemos lo que pasa a los jóvenes con los que convivimos y seamos valientes para cambiar y emprender ese camino personal que nos hará más auténticos y por ello más creíbles.
Un fuerte abrazo.
Inspector SSM
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