Adviento y Navidad

Autor: Luciano García Medeiros
On 16 noviembre, 2023

Adviento y Navidad son un tiempo litúrgico que van unidos; no los podemos separar. Lo mismo sucede con la Cuaresma y el Tiempo Pascual.

Tiempo de espera y esperanza

El Año litúrgico no es simplemente un calendario, es sobre todo la memoria de una Historia de Salvación. A lo largo de cada año, la Liturgia de la Iglesia celebra el misterio de nuestra salvación, recorriendo los misterios de la vida de Cristo, el Señor.

El Año litúrgico es un proceso iniciático, que nos adentra en los misterios de nuestra fe; posee una peculiar fuerza, no sólo expresiva y simbólica, sino sacramental y eficaz, para alimentar la vida cristiana y hacer de los hombres «hijos de Dios y herederos de la vida eterna» (cf. Gál 4,6-7; Rom 8,14-18).

 

Adviento: un tiempo precioso
Adviento y Navidad

No todos los tiempos litúrgicos tienen igual peso e importancia. La primacía la tiene el Triduo Pascual, la conmemoración de Cristo muerto, sepultado y resucitado: todos los tiempos litúrgicos convergen en la Pascua y de ella reciben la luz y significado.

El Adviento es un tiempo preparatorio de la Navidad.

Adviento quiere decir «venida».

Durante las cuatro semanas del Adviento la Iglesia nos pone delante lo que fue la perspectiva histórica de la venida del Mesías, el acontecimiento mismo de su venida y la continua presencia de Dios en el mundo.

También se nos prepara y advierte de otra gran venida en majestad, llamada Parusía, reservada para el final de los tiempos.

El Adviento forma una unidad con Navidad y Epifanía.

Del mismo modo que la Cuaresma desemboca en la Pascua de Resurrección, el Adviento desemboca en la solemnidad del Nacimiento de Jesús que abre el tiempo de Navidad-Epifanía.

En los dos casos es una fiesta la que hace de eje tanto del período que la antecede como del que la sigue: Pascua de Resurrección y Pascua de Navidad, como popularmente se designa a la segunda gran celebración anual del año cristiano.

El Adviento es el tiempo de los vaticinios mesiánicos y de la esperanza de la Iglesia. Por eso, las lecturas se centran en las profecías y anuncios del nacimiento de Jesús como Mesías y de su última venida al final de los tiempos.

Adviento y Navidad

Es un tiempo de «espera activa y de vigilancia» para estar preparados a la venida del Señor: las lecturas de Isaías y Zacarías y la actitud de Isabel, Juan el Bautista y María así nos lo acreditan.

Dios se achica, se abaja, para hacerse más cercano al hombre. Se hace hombre y vive con nosotros y nos permite asomarnos al gran misterio de su Amor. En Navidad celebramos la fiesta de la cercanía de Dios, porque Dios se hace hombre como nosotros. Dios está ahí, esperando de nuestra generosidad que le abramos el corazón.

Adviento y Navidad

Dios se nos regala, está al alcance de todos. Por eso quizás son los pobres y sencillos de corazón los que tienen más alegría por su venida. Esta generosidad de Dios, reclama de nosotros que intensifiquemos nuestra oración y nuestra atención a las necesidades del hermano.

Las fiestas de Navidad y Epifanía

Navidad es todavía hoy una celebración muy sentida. Se puede decir que es una fiesta litúrgica que ha penetrado en la cultura. Existen ciertamente aspectos negativos como el desenfrenado consumismo que hace olvidar al auténtico regalo, que es Cristo.

La Iglesia ha mantenido en sus celebraciones el sentido genuino de la Navidad. La solemnidad de Navidad, preparada por el tiempo de Adviento, se introduce con las primeras Vísperas, se celebra con la Vigilia y la Misa de Medianoche, una de las más solemnes del año; se prolonga, además, con la misa de la aurora y del día 25 siguiendo la antigua tradición.

El tiempo festivo de la Navidad se alarga con la celebración de una octava, en la que se celebran diversas fiestas:

– El Día de la Familia (30 de diciembre): fiesta entrañable que nos presenta a Jesús rodeado de María y José, manifestándonos en la imagen de la familia el Misterio de la Trinidad.

– La fiesta de la Virgen, Madre de Dios (1 de enero): celebramos el primer título de María: ella es ante todo la Madre del Señor.

En esta jornada se celebra también el Día de la Paz, uno de los dones que nos trae el Mesías y del que tanto necesitamos.

– El Día de Epifanía (6 de enero): que nos recuerda con la fiesta de los Reyes Magos la manifestación de Dios a todos los pueblos, a Oriente y Occidente.

– La fiesta del Bautismo de Jesús (8 de enero, domingo después de Epifanía): en la que Jesús es presentado por el Padre a los hombres:

¡Este es mi Hijo amado, escuchadle!

El Bautismo de Jesús, nos invita a renovar la gracia de nuestro Bautismo.

Luciano García Medeiros

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