Me han atropellado

Autor: Isidro Lozano
On 23 febrero, 2024

Me han atropellado. 

17 de febrero 2018 

Estoy aplastado en el suelo, como un carro cargado de gavillas… (Amós 2,13) 

Las levedades tienen tendencia a suceder en los viajes de ida.  

Parece que la mañana, cuanto más joven, recrea con mayor exactitud la acción y la visión de lo que sucede.  

Los regresos son más opacos, más oscuros o, al menos, más turbios, aunque se realicen a plena luz del día.  

Y este es el caso que ha supuesto un golpe en mi mañana. 

 Regresaba y casi no llego. Llovía tenuemente.  

Venía repensando las tareas de un día señalado como martes de carnaval y, por supuesto, “martes y trece”.  

Todos los augurios se concentraban en el tiempo. Esperaba que el espacio no participara de esta conjunción traicionera. 

El caso es que había comenzado a caminar por un largo paso de cebra. Un coche, un Mercedes de color gris, estaba parado porque acababa de repostar, invadiendo un trozo de mi calzada.  

me han atropellado

Yo iba adelante con mis pensamientos y, al llegar a la altura del coche parado, este arranca y, en unas décimas de segundo, me lleva por delante.  

Caída sobre el ‘capot’ y, luego, costado izquierdo al duro y mojado asfalto.  

Me veo y me siento tirado en el suelo delante de un coche asesino.  

No soy capaz de pensar mucho postrado en esta situación.  

Me aferro al paraguas y al secreto de mi negra carpetilla.  

Luego vienen las increpaciones, que procuro que sean las menos posibles, porque algo hay que decir: “Pero… ¿no ve, señor?”.  

“Miraba a los coches, y como no venía ninguno tiré adelante” …  

“Pero estamos en un paso de cebra; era mi turno” …  

Papeles, médicos, ambulancia…  

En este momento no me duele nada y, después de unos escarceos por la acera, decido regresar a casa caminando.  

Tres horas más tarde, empieza a dar guerra el dedo meñique del pie izquierdo, luego el hombro izquierdo y, a continuación, la rodilla derecha y alguna costilla… y todo el cuerpo declara su magullamiento… porque, y no es para menos, “me han atropellado”. 

Luego, la ambulancia y unas horas en urgencias… 

Unos días de reposo en los que empiezan a ennegrecerse las zonas golpeadas por el ‘Mercedes’ y por la caída en el suelo mojado y acogedor.  

Somos lo que parecemos

Nos vamos recuperando del golpe y del temor a los coches.  

Durante una temporada no me dejaré engañar por la seguridad del paso de cebra ni por el aplomo del semáforo en verde.  

Ahora, desconfiando de los vehículos y de los conductores, me viene a la memoria la sentencia: “Dichoso el que se fía de los pasos de cebra, porque pronto verá a Dios”. 

He vuelto a mi vida normal un poco más cauto y precavido.  

Y cuando lo comento, he podido escuchar que “quien sale de una de estas vive cien años”, y cosas parecidas…  

Pero bromas aparte, llevo unos días en que al pasar por el lugar del atropello me duele la rodilla derecha y siento deseos de echar a correr. 

 

Isidro Lozano.

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