Buenas noches enero de 2025: A mis hermanos salesianos y a todos los miembros de nuestra Familia Salesiana.
«Que el primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, el cual vuelve a encontrase sumergido en la tragedia de la guerra.
Dejemos que el Jubileo nos recuerde que los que trabajan por la paz podrán ser llamados hijos de Dios.
La exigencia de paz nos interpela a todos y urge que se lleven a cabo proyectos concretos».
Rezamos por la paz
Cada uno de enero los cristianos de todo el mundo rezamos por la paz.
Esa paz violentada por tantos conflictos bélicos que convierten la vida de las personas en un ejercicio de supervivencia y esa paz que necesita ser custodiada en la vida cotidiana, desde la conversión de nuestra mirada hacia el otro y la sustitución del rencor y la soberbia por la misericordia y la humildad.
El papa Francisco nos dice que la exigencia de la paz nos interpela a todos. Por eso os propongo en estas primeras buenas noches del nuevo año que el compromiso con la paz se convierta en nuestras vidas, en un potente signo de esperanza.
Es una pena que haya personas que vivan amargadas y sin paz interior porque no superan conflictos, heridas o sufrimientos provocados por la relación con otras personas y a su vez es una alegría y un signo de esperanza el descubrir que, en la vida de una persona, de una comunidad o de un grupo humano algo empieza a cambiar y donde antes había desconfianza, división o indiferencia se recupera la cercanía, la concordia y la preocupación por el otro.
No podemos ser constructores de paz
No podemos ser constructores de paz si no la experimentamos en nuestro interior como un auténtico regalo que el Resucitado nos ofrece para romper los bloqueos personales, superar los conflictos y recuperar esa armonía de lo diferente que permite que, de verdad, se viva en nuestras Casas una cultura del encuentro.
Nos preocupa la paz en tantos lugares asediados por la guerra.
Nos estremecen las noticias que nos traen los miembros de nuestra Familia Salesiana que la sufren en su día a día y que ya sea en Ucrania, en Oriente Medio o en tantos otros lugares viven con una amenaza continua para llevar a cabo tantas cosas que nosotros no damos importancia por naturales y cotidianas.
En nuestros entornos más cercanos nos preocupa la paz amenazada por el individualismo que condena al otro a la indiferencia, por el rencor que incapacita para vivir la misericordia, por la normalización de los desencuentros que genera frialdad en el trato entre quienes deberían comunicarse y fraternizar.
Os animo a trabajar por la paz para ser llamados hijos de Dios. Os invito a descubrir lo que hay que cambiar en nuestra vida para tender puentes con los demás y así encontrar el gesto y la palabra oportuna que posibilita el perdón y la concordia.
Comparto con vosotros mi deseo de que, en este inicio del año, en cada una de nuestras Casas, centros educativos, familias y comunidades, pongamos lo que esté en nuestras manos para construir esa paz concreta y visible que permite que se borren las discordias y enfados, se reconstruyan los puentes derribados entre las personas y la vida se vuelva así más fraterna y más creíble.
Un fuerte abrazo
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