Coutiño nuevamente. 22 de febrero 2018
Y os llenaréis de una alegría que nada ni nadie os podrá quitar… (Juan 16,20).
Si soy sincero, me empieza a preocupar el futuro de Coutiño, de Coutiño Seixalbo. Algo raro ronda su cabeza y la mía. Hoy me he topado con un Coutiño humano, enternecedor, sensible…, pero al mismo tiempo desconcertante.
Coutiño y María son muy amigos…, más que amigos…; algunas malas lenguas dicen que son novios. Ledicia, por otra parte, es una compañera muy amiga de ambos. El caso es que hace unos días me dijo Coutiño en presencia de su María del alma; se notaba que lo habían hablado entre ellos y que estaban muy de acuerdo: “Tú que eres cura podrías casarnos en secreto y así, en secreto también, tendríamos a Ledicia por hija”. “Habrá que esperar un poco”, les digo para salir del paso.
Pero lo de hoy ha sido distinto. He visto llorar a Coutiño. Más que lágrimas sus ojos eran una catarata humana. Pero… “¿qué te pasa, Coutiño?”. “Nada; sé que si te lo digo te vas a echar a reír”. “Te prometo que no me reiré”, le digo con toda la seriedad de que soy capaz… “Es que María me ha dejado; ya no quiere ser mi novia”… Ni con palabras escogidas ni con tres pañuelos de papel pude, por el momento, resolver el conflicto amoroso de Coutiño. Mi amigo es de los de un único amor y para siempre.
No es de extrañar que con estos avatares pase lo que pasa. Juancho es un niño autista que va a la misma clase que Coutiño. Juancho hoy ha salido de clase contento, haciendo gestos y aplaudiendo. Coutiño trata de imitar sus gestos, un poco en plan de burla y un poco en plan de artista… Esto hace que Juancho se le quede mirando y, con su vocabulario especial, le diga muy bajito: “Tas tonto…, tas tonto, tontito”. Y se fue con esa alegría “que nadie os podrá quitar”, dejando a mi Coutiño a dos velas. A partir de ese día, siempre que Coutiño ve a Juancho le abraza con cariño. ¡Los amores que matan, los amores que dan vida!
También me ha contado Coutiño que hace unos días les ha visitado Geón, un perro de ciego. Se nota que está como un poco exaltado por lo que ha podido intuir y observar en el perro. Ahora comprendo su amor por los animales. Comenta que los compañeros han hecho muchas preguntas a Óscar, el adiestrador del animal. Y ya cuando sus argumentos y ponderaciones se acaban, para terminar me dice: “Geón era el alumno más atento de toda la clase” ¡Cariño de canciño!”.
Coutiño sigue creciendo, con ese ritmo que desconcierta porque, en ocasiones, resulta tremendamente infantil, pero en otros momentos posee, en síntesis, la sabiduría y la cultura de todos sus antepasados. También este Coutiño existe. He tenido que esperar casi medio curso para encontrar a un entrañable amigo del alma.
0 comentarios