Octubre de 2020
A mis hermanos salesianos y a todos los miembros de nuestra Familia Salesiana
Un día del año 1847, después de haber meditado mucho sobre la manera de hacer el bien a la juventud, se me apareció la Reina del Cielo y me llevó a un jardín encantador.
Todo el suelo estaba cubierto de rosas.
Empecé a andar y advertí en seguida que las rosas escondían agudísimas espinas que hacían sangrar mis pies.
Los que me veían, y eran muchísimos, caminar bajo aquella pérgola, decían
¡Don Bosco marcha siempre entre rosas! ¡Todo le va bien!
No veían cómo las espinas herían mi pobre cuerpo.
El recuerdo del sueño del emparrado de rosas abre estas Buenas Noches del mes de octubre en un año en el que nuevas espinas han aparecido en nuestro camino educativo pastoral con los jóvenes.
Sin duda, hemos terminado uno de los meses de septiembre más atípicos y complicados que la mayor parte de nosotros recordamos.
Hemos tenido que afrontar muchas dificultades en este inicio de curso que han puesto a prueba la entereza y la fortaleza de muchos educadores.
Los sufrimientos, obstáculos y disgustos que Don Bosco experimentó en su camino por el emparrado, han cobrado forma en espinas que se clavan en el estado de ánimo y que generan desaliento, inseguridad, tristeza y melancolía en personas que conocemos.
Otras espinas nos hieren por el cansancio, el agobio, la saturación ante la necesidad de dar respuesta a tantas cosas que acaban por superarnos.
Tampoco faltan espinas que se clavan por la crispación en que viven otras personas, cercanas y lejanas, y que en ocasiones nos responden de forma molesta e insensible ante los esfuerzos que estamos haciendo para que todo marche lo mejor posible.
Nuevas espinas que se suman a otras ya existentes y que pueden hacer nuestro caminar fatigoso y en ocasiones difícil.
Pero por muchas que sean las espinas, mayor es la hermosura de las rosas que representan el cariño, el amor, la caridad que ponemos en todo lo que hacemos con, por y para nuestros jóvenes.
Sabemos que este curso no va a ser fácil, pero queremos seguir caminando junto a Don Bosco bajo esa pérgola, guiados por nuestra Madre Auxiliadora y acompañados por muchos como nosotros, que vivimos con entusiasmo nuestra vocación en la familia salesiana.
Cierto que las espinas pueden hacernos dudar e incluso, como Don Bosco vio en el sueño, bajar los brazos y tener la tentación de abandonar el camino, pero sabemos que los jóvenes nos siguen necesitando como salesianos auténticos y creíbles, para insuflar vida, esperanza, ánimo, deseo de Dios en una sociedad cada vez más desorientada y dividida.¡No estamos solos!
Cada uno somos una memoria viva de Don Bosco y en la situación en la que nos encontremos, estamos llamados a continuar caminando hacia la meta.
En una de las visitas que he podido realizar en este mes de septiembre a las casas, una directora pedagógica me contaba los avatares del inicio del curso, el cansancio acumulado, las horas empleadas en preparar las aulas, el hacer y rehacer horarios, las demandas de las familias… y terminaba diciéndome:
Pero Nando, no creas que me estoy quejando. Pese a todo, estoy contenta y animada, porque creo en lo que hago y tengo un grupo alrededor que es una maravilla.
Hace unos días los animadores de los Centros Juveniles se reunieron convocados por la Delegación de Pastoral para conectarse desde la distancia y sentirse cerca los unos de los otros en torno a la «belleza de la fe».
Fueron casi 700 jóvenes en una jornada que duró todo el día. Un signo más de que, pese a las dificultades, queremos seguir caminando bajo la pérgola, con la vista puesta en el horizonte.
Son solo dos ejemplos, entre otros muchos que podrían ponerse en cualquiera de nuestros ambientes, y que los comparto con vosotros para que no sean siempre las espinas, las ingratitudes y los desencantos, los que dominen nuestro ánimo.
Don Bosco nos guía y la Auxiliadora nos acompaña y nos orienta.
A nosotros nos toca calzarnos los zapatos de la mortificación y caminar con esa profundidad espiritual que hace que nada ni nadie, nos separe del amor que Dios nos tiene.
En medio de las dificultades, no perdamos nunca la alegría que brota de un corazón en paz, capaz de infundir esperanza.
Empezamos el mes de octubre y seguimos caminando con Don Bosco, unidos como familia, con nuestro corazón salesiano y la confianza puesta en Dios.
Devuelvo la palabra al sueño:
Después de pasar la pérgola, me encontré en un hermosísimo jardín.
Mis pocos seguidores habían enflaquecido, estaban desgreñados, ensangrentados.
Se levantó entonces una brisa ligera, y a su soplo, todos quedaron sanos.
Corrió otro viento y, como por encanto, me encontré rodeado de un inmenso número de jóvenes y clérigos, seglares, coadjutores y también sacerdotes que se pusieron a trabajar conmigo guiando a aquellos jóvenes.
Tal vez Don Bosco, nos vio a nosotros entre ese inmenso número de gente.
¡Ánimo y adelante!
Un fuerte abrazo.
Fernando García Sánchez
Inspector SSM
0 comentarios