La leona y la cebra no es un cuento, sino una historia de la selva africana de Zambia.
Ocurrió hace algunos años en uno de los parques más grandes de Africa, donde los animales salvajes viven libremente.
Allí no está permitida la caza.
En la gran manada de cebras todos los días nacían varías crías.
Una de las crías nacida solo hacía tres semanas se alejó un trecho de la manada persiguiendo una mariposa.
De pronto se desató una tormenta y las cebras salieron en estampida.
La pequeña cebra, asustada se acurrucó detrás de un árbol y en unos minutos quedó completamente sola.
En cuanto pasó la tormenta buscó a su mamá relinchando muy asustada.
Muy cerca de allí reposaba después de comer, una manada de leones, es decir, un macho con varias hembras.
Una de las hembras había perdido a todas sus crías, pues el macho las había matado después de haber peleado con el anterior macho al que pertenecía la hembra.
La leona parecía un alma en pena y permaneció poco tiempo recostada en la hierba. Se levantó y caminó solitaria hasta un pequeño charco.
Entonces oyó los relinchos lastimeros de la pequeña cebra perdida.
Se acercó muy despacio.
La pobre cebra daba pena. Estaba agotada y apenas se tenía en pie llamando a su mamá.
La Leona se quedó a un paso del animal.
Entonces la cebra vio a la leona.
Era tan joven que aún no sabía que era su enemigo.
Ignoraba que ella era comida.
Por eso la miró con un brillo de esperanza.
Al mismo tiempo la leona sintió aquella mirada triste y solo vio a una cría desvalida que había perdido a su mamá.
Entonces sucedió algo extraordinario.
La fiera salvaje se convirtió en mamá de nuevo.
Se acercó a la cebra y la acaricio con su pata, la acogió como si fuera su retoño.
Cuando las demás compañeras de su manada se acercaron, rugió desafiante no permitiendo que se acercaran.
Y lo mismo hizo cuando vino el macho. Lo mantuvo a raya.
La pobrecita cebra no se apartaba de ella, pues de alguna manera intuyó que la defendía de todo mal.
Durante varios días la leona fue la mamá adoptiva de la pequeña cebra.
Le partía el corazón verla tan triste y solo podía consolarla estando cerca y protegiéndola del resto de la manada.
Cuando los elefantes se acercaron al río para beber y refrescarse, las cebras también lo hicieron pues sabían que en presencia de los elefantes los leones no atacaban.
Entonces la pequeña cebra vio unas rayas familiares, dio un brinco alegre y se alejó trotando de la leona.
Esta la miró triste y alegre a la vez.
Cuando la cebra se reunió con su mamá relinchó muy alegre.
Después la manada se alejó y la cebra miró hacia donde estaban los leones y al ver a la leona se alzó sobre las patas traseras y relinchó muy contenta.
A la leona le enterneció aquel gesto de su protegida.
La amistad traspasa todas las barreras, de sexo y raza.
Es el lazo fuerte que une los corazones.
Jesús Muñiz G.
A mí me ha impactado positivamente, y he podido constatar repetidamente estos comportamientos excepcionales con otros muchos ejemplos. Tienen comportamientos que muchas veces los humanos no los tenemos.