Diciembre de 2020, a mis hermanos salesianos y a todos los miembros de nuestra Familia Salesiana.
Siempre me ha impactado esta escena que Teresio Bosco narra en su obra con la que tantas personas se han acercado a la biografía de Don Bosco.
Varias veces he tenido la oportunidad de recorrer el camino que hay desde Valdocco a la Consolata, imaginando los sentimientos de Don Bosco al amanecer de aquel día de noviembre.
Es el camino que conecta la vida con la oración y la oración con la vida y que da fortaleza y esperanza ante los momentos de dolor y dificultad.
Aquella misa celebrada por Don Bosco y aquellas palabras ante la imagen de la Virgen nos recuerdan a sus hijos que necesitamos el pulmón de la oración para coger aire fresco ante las situaciones que cada uno de nosotros podemos estar viviendo.
En efecto, la vida cotidiana nos ofrece cientos de oportunidades para dialogar con Jesús, para acudir a Él en los cansancios y agobios y así poder regresar de nuevo a la vida, con una mirada renovada.
Don Bosco se encaminó hacia la Consolata con el dolor de una madre que se acaba de ir, pero ni la pena le paralizó, ni el miedo le hizo esconder sus talentos.
Del santuario mariano regresó de nuevo a Valdocco, para seguir adelante con esperanza en esa misión que Dios le había confiado.
Y lo hizo hasta el último aliento.
Al recordar este episodio de la vida de Don Bosco os invito a vivir en una actitud de oración para cultivar esa mirada contemplativa ante la vida.
Una oración que es gozosa y creativa, sencilla y profunda.
Que se abre a la participación comunitaria, conecta con la vida y en ella se prolonga (C 86).
El papa Francisco no se cansa de exhortarnos a una vida cristiana que respira con el pulmón de la oración porque como nos dijo al inicio de su pontificado ser
Como Don Bosco, estamos llamados a ser estos
evangelizadores con espíritu
que vivimos con entusiasmo y no nos lamentamos ni del calor ni del frío, ni del cansancio o el desprecio porque sabemos que Jesús camina con nosotros.
Hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente y eso solo lo podremos hacer, si cada uno de nosotros, personal y comunitariamente, respiramos con el pulmón de la oración.
La muerte de Mamá Margarita condujo a Don Bosco hacia el santuario de la Consolata para buscar esa paz que solo Dios puede dar.
Tantas situaciones de nuestra vida podrán reclamar que nuestros pies, nuestra mente y nuestro corazón, se dirijan a la búsqueda de Dios y al auxilio de María.
Ella fue la maestra que Jesús dejó a nuestra familia salesiana para ayudarnos a crecer humildes, fuertes y robustos para ser fieles a nuestra vocación .
Un fuerte abrazo. Unidos en la oración.
Fernando Garcia Sánchez Inspector SSM
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