Marzo de 2021, a mis hermanos salesianos y a todos los miembros de la Familia Salesiana.
La iglesia de San Francisco de Asís de Turín, se encuentra junto al Convitto Eclesiástico en el que el joven Bosco “aprendió a ser sacerdote”.
El recuerdo de aquella iglesia nos evoca, entre otras cosas, el encuentro con Bartolomé Garelli y alberga ese pequeño espacio interior que visitamos como el primer patio del Oratorio.
Al entrar en la Iglesia nos encontramos, a mano izquierda, con un bonito confesionario de madera tallada.
Allí durante casi veinte años acudió Don Bosco a celebrar el sacramento de la reconciliación con D. Cafasso, su confesor y guía espiritual hasta el momento de su muerte.
Es conocida por todos, la importancia que Don Bosco dio al sacramento de la reconciliación dentro de su sistema preventivo y de su pedagogía espiritual para acompañar a los jóvenes.
En cambio, he tenido que pedir ayuda, para conocer con precisión el propio itinerario personal de Don Bosco como beneficiario del sacramento del perdón y la paz.
El párroco de Castelnuovo, don Juan Calosso, don Francisco Cottino, don Juan José Maloría y los jesuitas de Chieri fueron los principales sacerdotes confesores de la infancia y juventud de Juan Bosco.
En el seminario conoció a don Borell, de quien siempre guardó un particular recuerdo.
Don José Cafasso, de quien hizo su elogio fúnebre, fue su confesor y director espiritual hasta su muerte en 1860.
Don Féliz Golzio, profesor en el Convitto lo fue hasta 1873 y don Juan Giacomelli, amigo y compañero en el seminario, y director del Ospitaletto, hasta el final de la vida de Don Bosco.
El sacramento de la Reonciliación fue a lo largo de su vida camino de fidelidad en el seguimiento de Jesús.
Me he querido fijar en estas Buenas Noches, no tanto en lo que Don Bosco dijo sobre la confesión, sino en poner de manifiesto cómo este sacramento, celebrado con diversas personas, fue a lo largo de toda su vida camino de fidelidad en el seguimiento de Jesús.
“El sacramento de la Reconciliación necesita volver a encontrar su puesto central en la vida cristiana.
Experimentar que la misericordia produce paz y alegría. No permitamos que las aflicciones y preocupaciones nos la quiten”.
No son palabras mías. Así se expresaba el papa Francisco, en la carta apostólica con la que concluyó en 2016 el jubileo de la misericordia.
En este año, se nos ha hecho más complicado continuar con ciertas costumbres y rutinas que conformaban nuestra vida.
Algunos salesianos me lo han expresado en mis visitas a las casas.
Pero, tal vez por haber dejado de ser rutina, esta Cuaresma puede estar invitándonos a vivir de una forma más preparada, deseada, consciente y profunda, el encuentro con Jesús que sana en el sacramento de la Reconciliación.
Dios no se cansa de esperarnos con su amor y su misericordia.
Dios no deja de ofrecer su gracia, su fortaleza, su perdón y su paz.
No olvidemos nunca que no es con nuestro esfuerzo como ganamos a Dios, porque a Dios ya lo tenemos ganado.
En un contexto en el que “se multiplican las formas de tristeza y soledad en las que caen las personas, es muy necesario reconocer la alegría que se revela en el corazón que ha sido tocado por la misericordia».
Finalmente os invito a todos los miembros de nuestra familia salesiana:
A ejemplo de nuestro padre Don Bosco, aprovechemos la oportunidad de encontrarnos con un Dios que nos ama tal y como somos y nos fortalece en nuestras debilidades con su perdón y su paz.
Os animo a todos los sacerdotes, a que pongáis en práctica la invitación del papa Francisco.
A ser acogedores con todos, testitgos de la ternura paterna, solícitos en ayudar a reflexionar, claros en presentar los principios, disponibles para acompañar, prudentes en el discernimiento, generosos en dispensar el perdón de Dios.
De una forma sencilla y constante, Don Bosco cultivó su vida espiritual bajo la guía suave, severa y profunda de D. Cafasso.
Aquel confesionario fue lugar de encuentro con Dios y escuela de santidad.
Que el ejemplo de la vida de Don Bosco nos estimule a nosotros a acercar la nuestra al Dios de la misericordia que no se cansa de esperarnos.
Inspector SSM
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