Noche de gala. Las mujeres se engalanan y lucen esplendidas.
Me recuerdan las flores, mustias y arrugadas en la noche, estiran sus pétalos de colores al sol.
Al despertar el sol ilumina y calienta.
Es el momento de abrir la sonrisa a la vida.
A ve
ces el ruido que nos envuelve no nos deja oír a la persona que nos habla.
Recuerdo aquel proverbio árabe:
si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo digas.
Al desembarcar había una gran actividad comercial.
Una vez que la gente regresó a bordo la isla se veía desierta.
El comercio es como la savia que da vida a la planta.
Y sin embargo la vida no está en venta.
Para algunas personas no existo, soy invisible.
Se paran en medio de la puerta, pasan de mi cuando hago cola, se ponen delante cuando veo tv.
Me ignoran.
Qué pena, viven encarcelados en su egolatría.
Te puedes pasar horas mirando el mar y no te cansa, al contrario, te relaja, te da paz, te hace recordar todo lo bello que has vivido.
Pienso que en su grandeza es un reflejo de la vida.
Es como contemplar el infinito, como sentirse en el regazo de una madre.
Cuando caminas contra el viento tienes que esforzarte más, igual que nadar contra corriente.
En la vida, algunas veces mantener tu opinión supone enfrentarte a todos.
No queda otra si tú ves gigantes, aunque sean molinos.
Ayer fue la final de la copa. Ahora uno es campeón y otro no.
El vencido sufre.
Algunos se juegan la vida para vivir, y los que no, vivimos al filo de la navaja sin saberlo, porque la vida es un riesgo continuo.
Claro que merece la pena.
Buena semana.
Jesús Muñiz González
Este artículo es para leerlo despacio e ir reflexionando cada párrafo. Me recuerda a alguna página del Evangelio en al que el escritor del mismo va haciendo constar una serie de afirmaciones de Jesús de Nazaret, aparentemente sin ninguna conexión entre ellas. Invito a los lectores del artículo a no tener prisa. Aun le estoy dando vueltas al título: «Noche de gala».