Mi primer día a solas con los gorriones, amaneció lluvioso.
Desayuné rápidamente, una ducha veloz y al momento me fui a buscar a Alba y Alicia para llevarlas al aeropuerto.
Ya me estaban esperando en el portal cuando llegué.
En diez minutos llegamos al aeropuerto.
Bajaron las maletas y nos despedimos sin más.
Parece que ninguno de los tres quería prolongar la despedida.
Me volví a casa. Los gorriones, con la lluvia estarían resguardados.
En ese momento pensé en que tendríamos que tener un sitio en la finca para que estuviera a cubierto de la lluvia.
Realmente se necesitaba preparar muchas cosas para los gorriones.
Cómo no podía hacer otra cosa, me puse a pensar en ello.
Un salón al resguardo de la lluvia, un comedor… incluso hice algunos dibujos.
Se los enseñaría a Leonardo.
Además también tenía otras ideas para la casa que me gustaría comunicarle.
Disponía de mucho tiempo para pensar.
Y sobre todo para ordenar mi vida.
Desde que conocí a Alba no me había parado a pensar en ello.
Por lo de pronto creí necesario empezar a escribir un diario.
Lo primero fue hacer un resumen de mi vida, con más detalle desde mi encuentro con Alba.
Y sin más me puse a ello.
El tiempo se me fue volando. Ya no llovía apenas.
Me fui a O Curruncho para comer.
Me recibieron como siempre, encantados. Les comuniqué que haría allí mis comidas hasta el regreso de Alba y Alicia.
Con que alegría recibieron la noticia.
En ese momento entró una muchacha desconocida.
Enseguida Sindo hizo las presentaciones. Se trataba de su sobrina Begoña, que se alojaría con ellos, durante el curso.
Estudiaba biología en el Cuvi y este era su último curso.
Resultó una compañía muy agradable.
Simpatizamos al momento. Y le hablé de los gorriones.
La invité a venir conmigo a la finca por la tarde.
A Sindo y Rosalía les gustó que congeniáramos tan bien.
Después de la comida mientras tomábamos té, hablamos de los gorriones.
Traté de resumirle en pocas palabras lo que hicimos Alba, Alicia y yo con los gorriones.
─¿Quieres decirme que hablas con los gorriones?
─No mucho, todavía, pero estoy aprendiendo más rápido de lo que pensaba. Quien habla fluidamente con ellos es Alba.
─Eso es increíble. ¿No me estás tomando el pelo?
─Tu misma podrás comprobarlo dentro de un momento cuando estemos con ellos.
Begoña me miraba incrédula y al mismo tiempo sonreía, lo que me pareció una mezcla deliciosa.
En cuanto llegamos a la finca los gorriones se acercaron como siempre con mucho alboroto.
Al momento les dije:
─Esta es Begoña y quiere ser vuestra amiga.
Contestaron atropellándose.
─¡Hola Begoña! ¡Encantados Begoña! ¡Nos gusta mucho que seas amiga Begoña! ¡Viva Begoña! ¡Viva, viva!
Así se lo expresé a Begoña rápidamente.
─¿Y cómo sabes que dicen eso? ¿Yo solo oigo cantos de pájaros?
─Claro, así es. Pero esos sonidos tienen un significado. Fíjate.
Entonces cogí la flauta y repetí unas notas.
Los gorriones al momento repitieron el mismo sonido.
─Eso es Begoña. Cada vez que oigas eso, están diciendo Begoña.
─Eso es maravilloso.
─Así es. Un verdadero milagro. Yo todavía creo que estoy soñando.
Los gorriones se divertían repitiendo todo lo que decíamos. Eran unos cotillas…, muy graciosos.
Comenzó a llover de nuevo, me despedí de los gorriones y nos fuimos.
Begoña estaba entusiasmada. Me hizo miles de preguntas, quería saber más los pajarillos.
Me confesó que ya en el último año de su carrera, resulta que ahora se daba cuenta de lo poco que en realidad sabía de la vida.
─Yo he descubierto en este poco tiempo lo poco que sabemos todos los humanos de la vida.
Le manifesté.
─Aún estamos a tiempo de aprender. Tú ya empezaste y lo haces estupendamente.
─Alba me abrió los ojos. En realidad, me abrió todos los sentidos para recibir la vida que me rodea.
Seguimos hablando y hablando. Después la lleve a casa para mostrarle todos mis apuntes y los que me había dado Alba. Se nos fue la tarde volando.
Volvimos para cenar. Begoña solo quería hablar de los gorriones. En un momento que se levantó Sindo sonriendo me dijo:
─No sabía yo que los gorriones fueran tan atractivos.
Y soltó una carcajada, a la que me uní con regocijo.
─¿Qué eso tan gracioso?
Exclamó Begoña irrumpiendo tan alegre.
─Nada, nada, que Sindo me decía que los gorriones alborotan mucho.
─¿Y eso os hace tanta gracia?
Entonces Sindo, sin dejar de reír exclamó:
─Es que León me dice que se pasan el día contando chistes.
Y siguieron las risas, a las que se unió Begoña por contagio.
Así que la sobremesa se convirtió en una sucesión de risas imparable. Fue uno de esos momentos en que ya cualquier palabra resulta graciosa y tardamos bastante en parar de reír.
Más tarde, en la cama, aún me reía a solas entre las sábanas.
Alba y Alicia ya estaban en Santo Domingo. Las echaba de menos.
La presencia de Begoña me hizo más llevadera su ausencia, pero ahora, todavía quedaban seis largos días.
Después de todo mi primer día a solas con los gorriones, no fue tal.
Jesús Muñiz González
Muy bonito cuento. Me encantan los gorriones- Yo aquí le pongo comida y disfruto mirando cómo ello se mueven para comer.