La confianza es un valor necesario para la autoestima.
Pensando en ello recordé un sueño.
Hace tiempo soñé que era un patito. Un patito feo.
Caminaba un poco triste y desolado.
Entonces me encontré con una ardilla.
Una ardilla diminuta, redondita, muy graciosa.
Le regalé una nuez que llevaba entre mis plumas.
Entonces la ardilla se vino conmigo.
Me dormí.
He vuelto a soñar que era un patito.
Y volví a encontrarme con la ardilla.
Ella tiene la autoestima por las nubes.
Me vendrá bien que caminemos juntos.
Y hablando de confianza, ella confía mucho en mí.
– Hola Ardilla.
– Hola Patito. ¡Cuánto tiempo!
– Si, mucho. ¿Cómo te ha ido?
– Te extrañé.
– Y yo a ti.
Tiene unos ojos verdes tan lindos. Cuando sonríe brillan como esmeraldas.
– ¿Vamos a caminar juntos de nuevo?
– Todo el tiempo que tú quieras.
Qué cara tan graciosa tiene.
– Ya tenía ganas de hablar contigo.
– ¿Sabes? Yo confiaba en que te encontraría de nuevo.
– ¿Tú confías en mí?
– Totalmente.
Qué bien sienta que alguien te diga que tiene plena confianza en ti.
– ¿Tu sabes de donde viene la palabra confianza?
– Tú me lo vas a decir seguro.
– Viene del latín ¨confidentia”.
– Es lindo saber de dónde vienen las palabras. De repente tienen más sentido. Yo creo que las palabras son mágicas.
– Es verdad. Algún día hablaremos sobre eso. Suena interesante.
– Patito, tú eres un mago y no solo con las palabras.
– ¿Cómo?
– Siempre me haces sonreír. ¡Eres tan listo! Y al mismo tiempo tan ingenuo.
– No me líes. Yo quiero que hablemos de la confianza.
– Hablamos de lo que quieras patito. Me encanta hablar contigo.
– Yo creo que la confianza es un valor que está en declive.
– ¿Por qué?
– Ya casi nadie confía en nadie. Se han perdido muchas confianzas.
– ¿Es que hay varias?
– Confianza en las personas, en la amistad, en la belleza, en el arte, en la vida.
– ¡Que feo suena eso de que ya no hay confianza!
– Así es, querida Ardilla.
Y lo peor de todo es perder la confianza en uno mismo.
– Yo tengo mucha confianza en mí.
– Si, de eso estoy seguro.
– Me despierto todos los días con una canción en mi cabeza y una imagen en el pensamiento.
– ¿Qué canción?
Y la Ardilla canta y baila a la vez.
– Soy una ardilla, redonda y feliz. Cuando despierto, ya quiero comer. Y estoy segura, de hallar una nuez.
Aplaudo con ganas: es genial.
– ¿Y la imagen?
– Mi despensa llena de nueces.
Se ríe pícara y traviesa.
– Verdaderamente tienes mucha confianza en ti misma.
– ¿Y tú, Patito, confías en ti?
– Yo riego mi confianza.
– ¿Tu riegas la confianza? ¿Cómo si fuera una planta?
– Claro, Ardilla. No solo la riego, también necesita abono. Hay que cultivar la confianza. No se consigue de un día para otro. Lleva tiempo, como una planta.
– ¡Qué sabio eres Patito! Desde ahora mismo voy a cultivar mi confianza y la cuidaré todos los días. Qué rico está el sol. Me tumbaré un ratito y cerraré los ojos. No te vayas Patito.
– No me iré. Mientras descansas me daré un baño.
La ardilla ya había cerrado los ojos y su barriguita se movía acompasada arriba y abajo.
Entonces yo me lancé al agua.
La confianza se otorga a las personas que conocemos. Con los desconocidos me lo pensaría mucho: podemos llevarnos muchos desengaños y traiciones. La confianza con Dios tiene que ser absoluta porque no puede defraudarnos. Con las personas, con precaución e inteligencia. Al menos así pienso yo. Tenemos que saber de quién nos fiamos.
La confianza es algo muy importante en la familia. La pareja, con la confianza, se gana el más grande amor
La confianza es algo natural en el ser humano. Es cierto que hay gente que rompe nuestra confianza, porque nos miente, nos engaña. Sin embargo confiamos en muchas personas a las que no conocemos. Confiamos en el taxista, en el piloto del avión en que viajamos, en el panadero, etc… En tantas personas en las que ponemos nuestra vida en sus manos, sin haberlos visto nunca. En el equilibrio de la balanza, somos más confiados, que desconfiados.