El perfil biográfico de Don Bosco nos lo presenta como uno de los santos más representativos de la época moderna.
Su nombre es conocido a nivel mundial gracias al trabajo de continuación de su obra que han realizado los salesianos.
Hablar de Don Bosco es hablar de educación humana y formación cristiana de modo integral.
En el presente escrito busco dar a conocer elementos sobresalientes de su vida, su pedagogía y su espiritualidad.
De este modo pretendemos afirmar la actualidad de su carisma en la formación de cristianos para el siglo XXI.
El padre Pascual Chávez, su noveno sucesor, afirmaría:
La semilla se convirtió en un árbol y éste en bosque.”
El carisma salesiano se difundió por todo el mundo, haciendo que el nombre de Don Bosco sea mundialmente reconocido.
Hoy, como ayer, hablar de Don Bosco es hablar de educación, de educación cristiana:
buenos cristianos y honestos ciudadanos.
Considero que Don Bosco fue un hombre importante en su tiempo y que su obra continúa gozando hoy de relevancia en el ambiente educativo y religioso.
Quiero presentar a Don Bosco y la actualidad de su carisma en este mes de enero tan importante para nosotros, tan importante que le llamamos:
el mes de Don Bosco.
Un hombre extraordinario bajo apariencias ordinarias; un hombre de profunda vida interior, quien hacía de su trabajo una oración ininterrumpida.
Fue sacerdote de convicción profunda y se convirtió en el pastor de los jóvenes más necesitados.
Educador por naturaleza, se dio sin medida a la evangelización-educación de la juventud, empresa en la que comprometió a cientos más.
Fue un hombre frágil, como los demás, sufrió incomprensión y derrotas, cometió errores, estuvo a punto de desfallecer y no entendió con claridad, sino hasta el final de su vida, la obra que Dios quiso obrar por su mediación.
La vida de Don Bosco se desarrolla entre los años 1815 y 1888, en el norte de Italia.
Hijo de una familia pobre y campesina, sufrió además la orfandad desde la tierna edad de dos años.
No deja de maravillar, por esta razón, que él haya querido ser padre para los pobres y huérfanos de Turín, a quienes dio además la posibilidad de contar con un lugar en el que se encontraran como en familia.
A pesar de la ausencia paterna, del fuerte carácter de su hermanastro y de la pobreza imperante del hogar, la familia del niño Juan Bosco fue el crisol en el que se formó el espíritu de un cristiano de convicción profunda y el de un trabajador incansable.
La pereza y el ocio le causaban horror…
En el centro de su formación se encuentra la sabia compañía de una mujer analfabeta pero llena de la sabiduría de Dios. Margarita Ochiena, su madre, fue
modelo perfecto de madre cristiana, de un delicadísimo sentido cristiano de la vida, fruto de una fe viva y de una ‘piedad’ profunda.
Joven dotado con una inteligencia más que sobresaliente, Juan Bosco sufrió la suerte de quien quiere acceder a una educación formal pero no puede hacerlo, por su condición de hijo de campesino pobre.
De temperamento inclinado hacia lo colérico,
Tuvo que doblegar y prácticamente transformar su natural inclinación.
Los años de su juventud se desarrollaron entre la alegría de finalmente poder acceder a una educación formal y la dureza de quien debe robar horas al sueño para trabajar y poder estudiar.
Tras un período de preparación en la escuela de Chieri, pudo por fin ingresar al Seminario de la misma ciudad, como seminarista interno.
El 6 de junio de 1841 su vida tomaría un sentido distinto, pues este fue el día de su ordenación sacerdotal.
Iba perfilando paso a paso el carisma y el estilo de su ministerio en favor de los jóvenes más pobres y necesitados de Turín. Hacia ellos tenía una natural inclinación evangelizadora, y ellos se convirtieron en la opción pastoral fundamental de su ministerio.
Bajo la guía de Don Cafasso, Don Bosco realizó experiencias de contacto directo con la cruda realidad de los jóvenes de Turín, especialmente con los que se encontraban en las cárceles.
Todo esto le llevó a asumir la opción definitiva de su vida: a imagen de Cristo Buen Pastor, ser educador-pastor de la juventud, especialmente de la más necesitada.
La tradición salesiana dice que todo comenzó con un Ave María el día de la Inmaculada Concepción, en 1841, en la sacristía de la Iglesia de San Francisco de Turín. Es probable.
Ciertamente, ante un problema concreto, Don Bosco presentó una solución concreta: el Oratorio.
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