Confianza y cercanía son dos actitudes necesarias para acercarse a los jóvenes de hoy si se quieren evangelizar. .
Tan solo es posible ofrecer alguna característica sobre la religiosidad de los jóvenes de hoy de una forma genérica. Parece ser que los jóvenes de hoy no son más religiosos que los de antaño.
Cuando se trata de temas religiosos, las reacciones son siempre muy personales. Las religiones transmiten ritos, costumbres, doctrinas, modos de pensar y de juzgar.
Pero en la fe cristiana, lo fundamental no son los ritos o doctrinas, sino el encuentro personal con el Señor Jesús. Y en esas cuestiones cada uno es “muy suyo” y reacciona de distinta manera.
Además hay que tener en cuenta que el encuentro con el Señor Jesús es distinto de los habituales encuentros humanos, ya que se trata del encuentro con una persona que, si bien está muy presente en nuestro mundo, no está ya en el mundo como lo estamos las otras personas.
Por este motivo, en el encuentro con Jesús resucitado la mediación de la Iglesia es fundamental.
De ahí que la pregunta que debemos hacernos como miembros de la Iglesia es: ¿Cómo presentar la fe cristiana, cómo anunciar el Evangelio de Jesús, a los jóvenes de hoy?
No hay recetas, pero sí hay algunas premisas que facilitan la transmisión de la fe.
En primer lugar,
hay que tener confianza en los jóvenes. Sin esa confianza, es muy difícil que ellos puedan aceptar lo que les decimos y proponemos.
Cuando me acerco a un joven, me encuentro con alguien con ideas y costumbres distintas a las mías. Debo empezar por respetarlas. Porque la fe es capaz de entrar en comunión con todas las costumbres y mentalidades, antiguas y recientes.
En segundo lugar,
hoy es más necesario que en otras épocas acercarnos a los jóvenes. Ir dónde ellos están. Si ellos no se acercan a la Iglesia, será la Iglesia la que tenga que acercarse a ellos.
Acercarse significa saber qué cosas son las que espontáneamente atraen a los jóvenes. En ocasiones, antes de proponerles un acto religioso, habrá que preguntar por sus intereses.
Y siempre habrá que estar atento a sus necesidades. Si se trata de jóvenes que buscan trabajo desesperadamente, tenemos que empezar por solidarizarnos con ellos en esta búsqueda de trabajo.
Como dice el libro de los salmos “fui joven, ya soy viejo”. Pero cuando yo era joven, ya notaba que mucha gente nos halagaba y nos decían que éramos el futuro y la esperanza de la Iglesia y de la sociedad.
Y con esas llamadas al futuro, trataban de apagar nuestra rebeldía presente.
Sin duda los jóvenes, como cualquier persona, necesitan esperanza. Pero también necesitan presente. Necesitan razones para esperar, pero también razones para vivir.
Para vivir hoy, aquí y ahora. Para sentirse felices hoy. Hay que hablarles del mañana, pero sobre todo responder a sus necesidades actuales.
Y ellos, lo sepan o no, como todo ser humano, necesitan a Jesucristo. Por eso, el modo de presentar a Jesucristo deberá tener en cuenta su situación actual, su modo de ser, de pensar, de vivir. Eso requiere escucharles, acercarse a ellos, confiar en ellos.
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