Noviembre de 2022. A mis hermanos salesianos y a todos los miembros de nuestra Familia Salesiana:
Al entrar en Valdocco, dejando a la izquierda la impresionante basílica de María Auxiliadora, se descubre al fondo la estatua en bronce de una mujer y un muchacho.
Allí, en el lugar donde tuvo su pequeño huerto, Mamá Margarita abre la puerta a un jovencito recordando aquella escena en la que, en una tarde lluviosa del mes de mayo de 1847, un huérfano del valle de Sesia se convirtió en el primer residente de la familia del Oratorio.
Mamá Margarita es una santa que ha cautivado el corazón de tantas personas sencillas.
Sabia y analfabeta. Dulce y robusta. Educadora de Don Bosco y madre de sus muchachos.
Su figura encarna la capacidad que tiene el Sistema Preventivo, en cada una de nuestras Casas, para convocar a personas muy diferentes y unirlas en la tara común de hacer el bien.
Debemos a Mamá Margarita la costumbre de las buenas noches: palabras de familia que llegan al corazón, generan un ambiente, crean sentido de pertenencia e implican en la vida de la Casa.
La bondad de una madre le llevó a encontrar un sitio para aquel muchacho.
La prudencia y sabiduría de una educadora, le hizo darle un buen consejo, enseñarle el hábito de la oración y cerrar la puerta con llave para asegurar que la mañana del día siguiente respondería a las promesas de buenas intenciones en la urgencia de la noche.
Aquella santa mujer vendió el ajuar de su boda custodiado desde la muerte de su marido para irse con su hijo a Valdocco: mujer desprendida, educadora humilde, trabajadora incansable, rezadora constante en el último banco de la iglesia de San Francisco de Sales en la que junto a ella maduró la santidad de Magone, Savio, Rúa…
Margarita no bajó los brazos, no tiró la toalla, aunque aquellos muchachos hicieran perder la paciencia al más pintado.
Ella, educadora de su hijo también se dejó educar por él y bastó una mirada al crucifijo en un momento de flaqueza había confesado: ¡no puedo más con esta tarea!
Quien es amigo de Jesús, no necesita más palabras para saber qué es lo que el Señor le está pidiendo.
El 25 de noviembre de 1856, la muerte de Mamá Margarita dejó un inmenso vacío en el Oratorio.
Don Bosco, con un nudo en la garganta, recorrió los diez minutos que separan a pie el oratorio de Valdocco del santuario de la Consolata y allí, con una oración emocional, sentida y auténtica, pidió a la Virgen:
Mis hijos y yo no tenemos madre, a partir de ahora sé tú la nuestra.
Probablemente, en aquel momento de oración él recordaría aquellas palabras que Mamá Margarita le había dicho al iniciar su camino hacia el sacerdocio:
Cuando viniste al mundo te consagré a la Santísima Virgen; al iniciar los estudios te recomendé la devoción a esta nuestra Madre; ahora te aconsejo ser todo suyo y si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción a María.
Mamá Margarita es icono del Sistema Preventivo, un ejemplo de santidad.
Por eso la he querido recordar en las buenas noches de este mes de noviembre, mes en el que ella se fue al Cielo.
Hace unos días pude andar ese camino desde Valdocco hasta la Consolata que Don Bosco recorrió aquel 25 de noviembre.
Al regresar a casa y encontrarme con la impresionante Basílica en honor de María Auxiliadora que Don Bosco construyó con el paso de los años, pensé:
¡La Virgen acogió aquella oración y verdaderamente, en cada una de nuestras Casas, sigue siendo nuestra Madre!
Un fuerte abrazo
Inspector SSM
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